«Normalmente pensaríamos que, para el presidente de un país, lo mejor es tratar de hacer las cosas de forma que vuelva a salir elegido. Sin importar lo funesto del panorama, esta es la estrategia preponderante. Pero en la era de la Globalización y la Unioneuropeización creo que los líderes de los países pequeños están en una situación algo distinta. Quien abandona el puesto siendo tenido en gran estima por el equipo de Davos, podrá ser elegido para una gran variedad de cargos de la Comisión Europea o del FMI o del Veteasabertú aunque sus compatriotas le profesen el más absoluto desprecio. De hecho, en cierta forma, contar con el desprecio absoluto podría suponer una ventaja. La máxima demostración de solidaridad hacia la comunidad internacional sería hacer lo que quiere esa comunidad, enfrentándose incluso a una enorme resistencia por parte del electorado político nacional». Matthew Yglesias, Revista Slate
En mi artículo anterior mencioné que la declamación de la austeridad económica esconde el verdadero objetivo, la baja sistemática y perversa del salario real.
A la par, hay un mundo de innovación tecnológica que crea nuevos mercados e irradia bienestar. Sabido es que todo cambio de paradigma lleva consigo el reemplazo de lo viejo y que lo que se vuelve obsoleto ofrece resistencia y lucha para sostenerse utilizando para ello todo el poder acumulado durante su reinado. La sociedad enfrenta de esa forma una lucha que, normalmente, deriva en un cambio de paradigma, debido a que las nuevas tecnologías reemplazan a las anteriores. Una de las reglas básicas del capitalismo es que permanentemente mueren empresas y nacen otras, proceso que no se produce en silencio sino todo cambio produce clamor y a veces estruendos. Cuando las tecnologías llegan a su máximo punto de desarrollo y de abastecimiento del mercado, la economía se estanca. En este punto, el dinero se refugia en el sistema financiero, atendiendo fundamentalmente la demanda voraz de los Estados deficitarios y a la espera de nuevas oportunidades que le pueda presentar el costado productivo.
Los sectores declinantes se han defendido a lo largo de toda la historia del capitalismo bajando el salario real de los trabajadores. Ese fue su único recurso para que sus balances no se tiñeran de rojo. Por otra parte, las empresas que están en modo de supervivencia prefieren los escenarios fríos porque la reactivación orientaría las inversiones hacia las actividades florecientes lo que sacaría a la superficie la declinación de sus negocios. Por eso son fanáticos defensores de la austeridad, de los ajustes, del «sinceramiento», de la opresión salarial, de la flexibilización laboral, de la mayor explotación y enemigos de las inversiones, de la demanda creciente, del aumento de la calidad de vida de los sectores populares. Esta es la explicación del porqué hay empresas o industrias que obstruyen el desarrollo tecnológico, económico y comercial.
Cuando las tecnologías llegan a su máximo punto de desarrollo y de abastecimiento del mercado, la economía se estanca. En este punto, el dinero se refugia en el sistema financiero, atendiendo fundamentalmente la demanda voraz de los Estados deficitarios y a la espera de nuevas oportunidades que le pueda presentar el costado productivo.
Por qué no se imponen los autos que han superado el uso de carburantes fósiles, ¿qué impide que Tesla o similares desplacen a los que no logran adecuarse al cambio? ¿Por qué debemos seguir pagando sumas astronómicas para comunicarnos telefónicamente por línea o celular cuando están probados sistemas como whatsapp o telegram? ¿Por qué pagamos tanto a operadores oligopólicos por estar conectados cuando con una inversión modesta la tecnología permitiría dotar a las ciudades de servicios de wifi con costos insignificantes que se agregarían al actual ABL? ¿Por qué el sistema de streaming no termina de desplazar a los costosos proveedores que intermedian contenidos (cables, canales abiertos…)?
Pensemos en los costos del contenido audiovisual que podríamos consumir potencialmente. Hoy pagamos un servicio que debemos dividir por la cantidad de canales que ofrece la compañía (ejemplo 1000 pesos dividido 100 canales = 10 pesos), mientras que conectados a Internet se contrata el servicio de Netflix por 8 u$s (por ejemplo), que ofrece miles de contenidos acumulables, lo que hace que el costo de cada opción tienda a cero. Este mismo modelo se puede aplicar a Spotify y compararlo, por ejemplo, con la compra de CDs donde el precio unitario va a estar dado por el precio del disco divido la cantidad de temas, mientras que en Spotify el precio unitario, nuevamente, tiende a cero. El mundo del Hardware también se encuentra en la cuerda floja. Nintendo o Playstation, ingresaron en turbulencias financieras al ser reemplazadas las consolas específicas por otros instrumentos (celulares, PC, Tablets, Smart TV…). Nintendo salió de su peligrosa situación ofreciendo un juego free-to-play (Pokemon-Go), totalmente gratuito desprendida de una consola específica.
En el nuevo mundo de Internet, de los negocios las empresas ya no se regirán por la ley de la oferta y la demanda. Netflix, Spotify, Amazon, Whatsapp, Facebook, Google,… no están determinados por las leyes tradicionales de formación de precios.
Además, el nuevo modelo de negocios no se encuentra limitado a productos virtuales, la mayoría de los mercados se ven amenazados por algún tipo de innovación tecnológica. Sólo basta mencionar lo que sucederá cuando se popularicen las impresoras 3D.
En el nuevo mundo de Internet, de los negocios las empresas ya no se regirán por la ley de la oferta y la demanda. Netflix, Spotify, Amazon, Whatsapp, Facebook, Google,… no están determinados por las leyes tradicionales de formación de precios.
Hoy el mundo asiste a un escenario de estancamiento generalizado, donde solo se juntan maníes (peanuts) en las burbujas financieras que están llenas de aire y nada de átomos de satisfacción real. Es que el poder político sigue estando en manos de los grupos económicos concentrados que no son capaces de adecuarse al cambio de época. Pero el país de las aguas estancadas que mantiene vivos a las parasitarias y declinantes corporaciones dominantes del ayer, sucumbirá ante el avance irreversible de la destrucción creativa (J. Schumpeter) que revitalizará el clima productivo, provocarán inversiones, producirá un aumento de la productividad (con un consecuente aumento del salario real por mejora de salarios y baja de precios), fortalecerá la demanda y dejará al mundo en los umbrales de un nuevo ciclo de Kondratieff. En las palabras de John Fitzgerald Kennedy «el cambio es ley de vida. Cualquiera que solo mire al pasado o al presente, se perderá el futuro».
Lisandro Cleri es economista. Actualmente es Subdirector Ejecutivo de Operaciones del Fondo de Garantía y sustentabilidad en ANSES. Fue Titular de la Unidad de Gestión de la Sostenibilidad de la Deuda Publica Externa
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