Esta semana comenzó con la impactante noticia de que Elon Musk compra Twitter por una cifra cercana a los 44.000 millones de dólares. Su argumento de compra ha sido confuso pero básicamente afirmó que es la plaza pública en la que se debaten los grandes temas de la humanidad y que se propone democratizar y garantizar la libertad de expresión. Entre sus propuestas está volver transparente el algoritmo, eliminar el anonimato que genera violencia y devolverle la cuenta al polémico Donald Trump (que ya dijo que no volverá y que seguirá impulsando Truth, su propia red social).
Uno de los temas centrales es la eliminación de los bots y los trolls. Todos sabemos que un porcentaje importante de los usuarios de Twitter no son verdaderos sino cuentas creadas para generar ruido, simular apoyos o inhibir las conversaciones sobre ciertos temas. Diversos organismos han denunciado que la mayor parte de las cuentas de estas características creadas provienen de países poco democráticos. Eliminar y validar la identidad de sus usuarios – lo que no quiere decir eliminar los seudónimos o anónimos sino poder atribuirles una identidad y responsabilidad en el mundo real – podría contribuir a crear una red más democrática y menos permeable a delitos como el fraude o la pedofilia y el acoso.
Su argumento de compra ha sido confuso pero básicamente afirmó que es la plaza pública en la que se debaten los grandes temas de la humanidad y que se propone democratizar y garantizar la libertad de expresión.
El hecho de que Elon Musk compra Twitter abre una infinidad de especulaciones de índole política. El que abrió el fuego fue su competidor Jeff Bezos quién sembró la sospecha de que tal vez China esté ganando poder a través suyo. Hace tiempo Twitter y Facebook denunciaron el uso que China hacía de bots y trolls en las protestas de Hong Kong – de hecho la plataforma está bloqueada en China continental – y cómo usaba el gobierno la plataforma para acosar activistas y generar confusión en los debates.
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