“Llegará un día en el que será aceptable que la gente tenga un compañero robot; habrá robots caminando, interactuando con personas y teniendo sexo con ellas; va a ocurrir tanto si la gente protesta como si no”, ha dicho Matt MacMullen presidente ejecutivo y jefe de diseño de Abyss Creations, la empresa que creó las Real Doll y el robot sexual Harmony. Les robots sexuales ya están aquí.
En la página de la empresa es posible customizar la propio muñeca o muñeco sexual, con agregados específicos y extras, ordenarlo y recibirlo en domicilio por el precio base de unos 6000 dólares. La compañía trabaja intensamente en el Robot Sexual Harmony, al cual ya le han sumado inteligencia artificial, pestañeos y algunos gestos faciales y a las que esperan sumar la incorporación de sensores en el cuerpo de la muñeca para que si el usuario los toca de determinada manera y a determinado ritmo el robot pueda alcanzar un «robotgasmo» u orgasmo robótico. El precio de Harmony será de poco más de 20.000 dólares.
«Para mí, los humanos no son suficientes», ha dicho Sergi Santos, un entusiasta catalán que ha inventado a Samantha, la muñeca sexual capaz de decir que no y que presume que sólo gracias a la posibilidad de contar con una muñeca sexual puede satisfacer su deseo irrefrenable de tener sexo al menos unas tres veces al día, su esposa – que colabora activamente del proyecto – está de acuerdo. Las medidas de Samanta son 90-55-90 y pesa unos 40 kilos. Su piel es de elastómero termoplástico, un material que simula bastante bien la piel humana.
La compañía trabaja intensamente en el Robot Sexual Harmony, al cual ya le han sumado inteligencia artificial, pestañeos y algunos gestos faciales y a las que esperan sumar la incorporación de sensores en el cuerpo de la muñeca para que si el usuario los toca de determinada manera y a determinado ritmo el robot pueda alcanzar un «robotgasmo» u orgasmo robótico.
El documental «The Sex Robots are coming» muestra quiénes son los principales consumidores de este tipo de productos y sus afirmaciones respecto de porqué les usan, algunas de ellas vinculadas a desengaños amorosos «los robots no mienten ni engañan», otras a miradas vanguardistas «en 15 años todo el mundo tendrá relaciones sexuales con robots, será algo usual», otras simplemente como una fantasía sexual más. Como sea, no son pocos los que plantean que puedan ser un complemento perfecto para la realidad virtual, lo que llevaría las relaciones sexuales a un nivel diferente, una especie de experimentación vívida de la fantasía sexual.
Shenzhen Atall Intelligent Robot Technology desde China ha fabricado el robot Emma, con un valor a poco más de 3000 dólares que impresiona por su material y por mantenerse a unos 37 grados centígrados. Se vende hacia todo el mundo con especificaciones de color de piel y de pelo según las demandas de cada público, así en Francia se buscan robots sexuales de pelo rubio, mientras que en España les prefieren morochas. Si bien producen también una versión masculina la demanda es nueve veces menor aunque señalan que día a día los pedidos aumentan.
«Para mí, los humanos no son suficientes», ha dicho Sergi Santos, un entusiasta catalán que ha inventado a Samantha, la muñeca sexual capaz de decir que no y que presume que sólo gracias a la posibilidad de contar con una muñeca sexual puede satisfacer su deseo irrefrenable de tener sexo al menos unas tres veces al día, su esposa – que colabora activamente del proyecto – está de acuerdo.
La discusión moral respecto de los derechos de los robots sigue su curso y parece volverse un tema relevante en la discusión pública. Arabia Saudita ya ha otorgado ciudadanía a uno de ellos y su uso en actividades impensadas como el cuidado humano van tomando lentamente volumen. Tal vez, ya estemos interactuando con robots más de lo que suponemos – call centers, bots de internet, sistemas de información, etc. – y este nuevo avance sólo sea la consolidación física de un mundo en el que ya habitamos.
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