La semana pasada en Argentina detuvieron a Guillermo Ibarrola porque la tecnología de reconocimiento facial del gobierno lo confundió con otra persona. El hombre estuvo seis días detenido injustamente y fue trasladado a más de 500 kilómetros de su familia. El caso se suma a las polémicas que se desataron en el mundo acerca del uso de esta tecnología por caso la ciudad de Oakland esta semana se sumó a San Francisco y Somerville en la lista de ciudades que prohiben esta tecnología.
Una de las curiosidades de este tipo de sistemas es que sus algoritmos suelen fallar más en el caso de las mujeres o las personas de color lo que podría significar algo decisivamente discriminatorio. En Argentina la tecnología utilizada en andenes de trenes detuvo a una persona y lo trasladó a más de 1000 kilómetros de su casa por un hecho delictivo llevado adelante por otra persona, la tecnología falló y confundió a la persona y la pesadilla duró varios días. Es probable que empresas como Clearview IA surjan en diferentes lugares del mundo e impulsen este tipo de tecnología para múltiples actividades como locales comerciales – cobrar directamente a una persona su cuenta sin necesidad de presentar identificación -, para obtener información clínica y médica en guardias y hospitales o para ofrecer opciones personalizadas a clientes, pero también para identificar personas en eventos masivos – como se está viendo en las manifestaciones en Hong Kong – o para control social. Sin dudas estamos ante una tecnología que puede cambiar el mundo para siempre y que requiere urgente una regulación a nivel mundial.
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