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Biocombustibles: una oportunidad estratégica para Argentina

biocombustibles

Desde hace más de quince años, la Argentina apuesta por los biocombustibles como una herramienta para diversificar su matriz energética, agregar valor a su producción primaria y generar empleo en todo el territorio nacional. Sin embargo, esa apuesta requiere hoy más que nunca una política pública firme y sostenida que acompañe al sector y lo potencie frente a los desafíos globales y locales.

El biodiesel, producido a partir del aceite de soja, y el bioetanol, derivado del maíz y la caña de azúcar, no son tecnologías del futuro: son una realidad tangible que ya está presente en las estaciones de servicio del país. Según establece la Ley de Biocombustibles de 2006, el gasoil debe contener un 7,5% de biodiesel, y la nafta, un 12% de bioetanol. Esos porcentajes no solo ayudan a mitigar el cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también tienen un impacto económico directo en miles de localidades del interior productivo.

Cada tonelada de soja que se transforma en biodiesel es empleo argentino, industria nacional y menor dependencia de la importación de hidrocarburos. Es cierto que el biodiesel puede ser más caro que el diésel de origen fósil si se mide solamente el costo inmediato. Pero si se contempla el ahorro en divisas, la generación de puestos de trabajo y el valor agregado a nuestras materias primas, el saldo es netamente positivo para el país.

Hoy, lamentablemente, la capacidad de producción de las pymes del sector está subutilizada. El corte obligatorio es bajo, y muchas plantas podrían trabajar al doble de su ritmo actual. Esto no solo frena el desarrollo de una industria estratégica, sino que también desperdicia una oportunidad de sustituir importaciones en un contexto donde la Argentina necesita con urgencia reducir su déficit energético.

El panorama internacional tampoco es alentador. Desde 2017, las exportaciones de biodiesel argentino sufren restricciones por barreras arancelarias impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea. Antes de esas trabas, llegamos a exportar más de 1.200 millones de dólares anuales. Hoy, ese mercado se ha achicado drásticamente y el sector lucha por acceder a nuevos destinos, en condiciones mucho más complejas.

Sin embargo, no todo son obstáculos. Países vecinos como Brasil están elevando sus porcentajes de mezcla, alcanzando niveles del 20% en sus combustibles. Esa tendencia, que responde a una conciencia ambiental creciente y a la necesidad de autonomía energética, debería servirnos de inspiración. En Argentina, ya se debate una posible suba al 12,5% del corte de biodiesel, como paso previo hacia el 20%. Es un rumbo correcto, pero requiere decisión política y diálogo con el sector.

Los biocombustibles no son una panacea, pero sí una herramienta concreta para construir un país más federal, más sustentable y con mayor soberanía energética. Producir más biodiesel y bioetanol es, en definitiva, depender menos del petróleo importado, y depender más del trabajo argentino.

Es hora de retomar con fuerza esa agenda.

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Etiquetas: , , , Last modified: 10 abril, 2025
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