El gobierno chino ha lanzado en los últimos meses duras regulaciones para su sector tecnológico y hace caer sustantivamente la valuación de las empresas tecnológicas chinas a pesar de que aún ni siquiera están implementadas. La «Nueva Fase de Desarrollo» aprobada por la última asamblea del Partido Comunista de China pone especial énfasis en la seguridad nacional focalizada en la privacidad, el control y la gobernanza de lo datos entre otros objetivos vinculados a combatir la creciente desigualdad que la misma tecnología está creando entre los dueños de los datos y la tecnología y el resto. Estas definiciones están afectando duramente a las empresas tecnológicas chinas en múltiples sentidos.
El caso de Alibaba y su fundador Jack Ma es el más público y uno de los más afectados por las nuevas regulaciones. De hecho analizamos el duro impedimento del gobierno a su salida en bolsa y el lanzamiento de su banca digital. Hace poco también hablábamos de Didi – el Uber Chino – y cómo el gobierno lo había suspendido y sancionado con una dura multa por el uso de los datos. Sin embargo no son los únicos, también se vieron afectadas las empresas de delivery a quiénes el gobierno les exigió una nueva regulación laboral – similar a la española – que afectó el modelo de negocio. También las empresas focalizadas en redes sociales han sufrido duras sanciones anti monopolio por practicas consideradas anticompetitivas. La caída en el valor de las acciones de todas ellas parece no tener fin después de alcanzar la mayoría valores récords impulsadas por la recuperación post pandémica y los cambios de hábitos digitales.
La «Nueva Fase de Desarrollo» aprobada por la última asamblea del Partido Comunista de China pone especial énfasis en la seguridad nacional focalizada en la privacidad, el control y la gobernanza de lo datos entre otros objetivos vinculados a combatir la creciente desigualdad que la misma tecnología está creando entre los dueños de los datos y la tecnología y el resto.
El gran interrogante es cómo continuará la relación entre el gobierno chino y las gigantes empresas tecnológicas que supieron desarrollarse con pocas regulaciones mientras le compartieran los datos a la seguridad del estado y les permitieran configurar el sistema de scoring y crédito social, la pregunta es cómo seguirá esa relación. El poder que estas plataformas han adquirido de la mano del Big Data y la Inteligencia Artificial asusta a todo el mundo, fundamentalmente a la vieja dirigencia política que teme que a través de ellos se produzcan rebeliones como el Tang Ping que hoy interpela a una generación joven que no está dispuesta a seguir la lógica del confucionismo que anima una sociedad tan rígida que se sustenta en la autoridad más que en cualquier otra cosa.
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