Hace tiempo que se habla del «Impuesto Rosa» o «Pink Tax» para describir una situación que en principio suena insólita: los productos «femenizados» – o de color rosa, o con inscripciones de mujer, etc. – cuestan muchas veces hasta un 30 % más caros sólo por el hecho de estar destinados a mujeres. Esto es, por ejemplo: una máquina de afeitar masculina suele costar menos que una rosa (obviamente de las mismas características).
Diversos estudios afirman que el poder de decisión de compra de la mujer es mayor que el del hombre. Según el Banco Mundial el 70% de las compras en el mundo son decididas por mujeres. En otro estudio de la revista Harvard Business Review, las mujeres son las que toman la decisión final en un 94% en lo que respecto a las compras de muebles, 91% de las casas , 60% de los autos y 51% en electrónica. Esto vuelve a las mujeres las principales destinatarias de los especialistas en marketing con promociones específicas pensadas para ellas. Esto, según algunos productores encarecería los costos de los productos (en publicidad y marketing) y haría que el valor sea más caro generando una situación de abierta discriminación de género.
Hace tiempo que se habla del «Impuesto Rosa» o «Pink Tax» para describir una situación que en principio suena insólita: los productos «femenizados» – o de color rosa, o con inscripciones de mujer, etc. – cuestan muchas veces hasta un 30 % más caros sólo por el hecho de estar destinados a mujeres.
Esta situación es preocupante, si a esto se suma a que las mujeres realizan la mayor parte de los cuidados familiares y los llamados «trabajos no remunerados» a los que dedican un mayor porcentaje de horas que los hombres. Si además tenemos en cuenta la brecha de desigualdad salarial de la que hablamos en reiteradas oportunidades y que indica que las mujeres ganan casi un 30 % menos que los hombres para realizar los mismos trabajos nos encontramos ante una situación francamente injusta.
En Argentina la única experiencia de control por parte del estado se da en la Provincia de Salta en la que los funcionarios provinciales a través de la Secretaria de Defensa del Consumidor y la Subsecretaria de políticas de Género llaman la atención de los comerciantes aunque las medidas posibles de sanción son más bien difusas. Hay un proyecto presentado por la senadora nacional salteña Cristina Fiore entre otros que esperan ser tratados en ambas cámaras nacionales. Los comerciantes esgrimen que son los mismos productores los que discriminan los precios entre hombres y mujeres y que ellos solamente lo trasladan a los precios.
Según el Banco Mundial el 70% de las compras en el mundo son decididas por mujeres. En otro estudio de la revista Harvard Business Review, las mujeres son las que toman la decisión final en un 94% en lo que respecto a las compras de muebles, 91% de las casas , 60% de los autos y 51% en electrónica.
Según un interesante relevamiento de Confederación Argentina de Mediana Empresa el fenómeno se da fundamentalmente en productos de higiene personal aunque también vieron casos en medicamentos, juguetes, golosinas, útiles escolares, salones de belleza y limpieza de ropa. El estudio realizado por CAME indica que hay una diferencia de precios del 13,7 % más caros los productos femeninos.
Como sea es uno de los tantos temas vinculados a las políticas de género que sería bueno que se pusiera en discusión en estos días de interesantes planteos a nivel mundial que buscan eliminar la brecha de desigualdad existente en varios campos entre hombres y mujeres. Queda pendiente en Argentina la discusión sobre la desigualdad salarial anunciada por el presidente Macri hace algunos meses y cuyo proyecto presentado era más bien precario, pero en el que podría incorporarse entre otros, este tema también.
Es músico y escritor. Se me ha perdido una canción (2011), Mis canciones (2014) y Seré canción entonces… (2018) son sus tres discos. Ha publicado también la novela Una tumba sin nombre (2012) y el ensayo Renta Básica Universal: Por qué y cómo terminar para siempre con la pobreza. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad Austral, Argentina), Master en Acción Política y Participación Ciudadana (Universidad del Rey Juan Carlos, España) y Diplomado en Gestión Pública (Instituto Tecnológico de Monterrey, México). Es fundador, director y editor de la Revista Algoritmo.
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