En nuestro país se produce una extraña paradoja, el estado que tiene la responsabilidad de promover la formalización de la economía y la inclusión financiera transforma el dinero bancarizado en plata en negro.
¿Como lo hace? Mensualmente transfiere a cerca de quince millones de beneficiarios de la Seguridad social (jubilaciones y pensiones, Pensiones no Contributivas, Asignación Universal, planes sociales) dinero para el pago de sus haberes y en ese mismo acto una parte muy importante de esa masa monetaria se transforma en dinero efectivo del cual se pierde control automáticamente.
Este procedimiento se lleva a cabo en los días de cobro, en las sedes habilitadas a tal fin, cuando los beneficiarios pasan por ventanilla (en especial los jubilados) para retirar el importe total de sus haberes. En el Gran Buenos Aires y en algunas ciudades del interior, la escena sucede en los horarios no bancarizados, con largas colas en las puertas de los cajeros electrónicos, en este caso mayoritariamente de los beneficiarios de programas sociales.
El estado que tiene la responsabilidad de promover la formalización de la economía transforma el dinero bancarizado en plata en negro.
Una primera mirada sobre la cuestión refiere a la falta de una política social de inclusión financiera en sectores no bancarizados, que contemple la peculiaridad de cada sector; por ejemplo los adultos mayores en principio, dando por descontado que son el sector etario menos relacionado con las tecnologías y el poco conocimiento sobre el uso de servicios bancarios digitales por parte de una porción importante de la sociedad
Pero también hay que resaltar la falta de ofertas de pagos digitales en los comercios minoristas o bien, donde las hay, la exigencia de un monto mínimo de pago desalienta su uso.
Por su parte, el pequeño comerciante no encuentra estímulos, sean fiscales o comerciales, para utilizar medios digitales, todo ello sin adentrarnos en el costo fiscal que en algunos casos ahogaría el pequeño margen de ganancia o el retraso en el cobro que hoy es inmediato.
Pensar una política pública de inclusión financiera no requiere de compararnos con países escandinavos para observar que las transacciones comerciales de pequeños montos son posibles y rentables, siendo sin dudas Brasil un ejemplo cercano. No podemos pedirles a los individuos que desistan de utilizar efectivo si estos no encuentran ámbitos de pago digitales en su vida cotidiana, por eso es preciso brindar estímulos al pequeño comercio, en particular en los sectores populares, que faciliten su uso para las transacciones comerciales.
Así como cuando conocemos una persona que tiene un modelo de teléfono celular antiguo, vemos que cuando lo cambia no pasa por todos los modelos intermedios sino que compra directamente el más nuevo, dando un salto exponencial, de la misma manera un programa de inclusión financiera va a permitir un salto superlativo en el proceso de formalización económica en los sectores populares
Pensar una política pública de inclusión financiera no requiere de compararnos con países escandinavos para observar que las transacciones comerciales de pequeños montos son posibles y rentables, siendo sin dudas Brasil un ejemplo cercano.
Son muchas las investigaciones, como en la archi conocida teoría de la “ventanas rotas”, que relacionan a que determinados cambios tienen impacto mayor en un círculo virtuoso en sectores postergados. Queda para otra discusión, lo referido a la carga fiscal y la necesidad de pensar un régimen especial para no trasladar la carga impositiva en sectores sociales que actualmente realizan en la informalidad la totalidad de sus acciones.
Bancarizar a los sectores populares es el inicio de un proceso inclusivo, al menos el debate puede ayudarnos a esclarecerlo.
Director de IADEPP. Emprendedor, promotor de enseñar valores en ahorro en la infancia y activista de la igualdad de oportunidades.
- Bancarización para incluir - 10 octubre, 2019
- La importancia de promover el ahorro - 17 julio, 2019
- El colectivo argentino pionero en el cobro digital - 8 julio, 2019