Hace unos seis meses la principal discusión en Suecia era acerca de la necesidad de que los bancos garantizaran moneda en papel para el caso de que lo necesitarán las personas mayores. Nadie sospechó que la población iba a acompañar esta nueva metodología de pago de forma tan concluyente y rápida. A veces, los cambios sociales avanzan más rápido que los cambios políticos. En el 2010 el 40 % de las transacciones se hacían con papel físico, en el 2016 ya eran apenas el 15 %. Dos tercios de los consumidores suecos afirman no tener ningún problema para arreglárselas sin dinero físico y aseguran pagar con tarjeta la mayor parte de sus gastos menores a 10 euros. Actualmente el monto total de pagos que se hacen en efectivo representa apenas el 2 por ciento del PBI.
Los baños públicos, los museos estatales y cada vez más tiendas privadas eligen prescindir del uso de dinero físico generando ciertas dificultades en las personas mayores. Este colectivo es el que más problemas representa y que ha obligado a los legisladores a presentar propuestas para que los bancos estén obligados a tener dinero físico, algo que más de la mitad de las sucursales han dejado de tener. Sin embargo la tendencia es clara, objetivamente es más probable olvidarse la billetera que el teléfono celular.
En el 2010 el 40 % de las transacciones se hacían con papel físico, en el 2016 ya eran apenas el 15 %. Dos tercios de los consumidores suecos afirman no tener ningún problema para arreglárselas sin dinero físico y aseguran pagar con tarjeta la mayor parte de sus gastos menores a 10 euros.
La revolución del sistema financiera a nivel mundial, impulsado por las fintech ha generado un sinnúmero de nuevas iniciativas como Swish que fue lanzada en el 2012 y ya cuenta con más de 6,2 millones de usuarios – el 60 % de la población sueca – y que permite vincular un número de teléfono a una cuenta bancaria y movilizar el dinero de forma fácil, con la misma dinámica de un mensaje de texto. Según la empresa hasta el 50 % de los mayores de 60 años ya usa Swish desestimando la idea de que los mayores no se suman a las nuevas tecnologías. La aplicación ha modificado sustantivamente el vínculo de las personas con el dinero haciéndolo más accesible a las personas – sin necesidad de ir a los bancos para usufructuar el propio capital – y blanqueando la economía totalmente.
Entre las virtudes que despapelizar la economía trae en sí podemos enumerar algunas: la eliminación de la corrupción – si no hay moneda física es imposible – , el descenso de los números de delitos – sin físico no hay robo -, la desaparición de la economía “negra” porque la existencia digital de la moneda obliga a su trazabilidad y por último la desaparición del empleo informal por razones similares. Sin extendernos en el ahorro de la impresión y reposición de los billetes o el enorme costo logístico de distribuirlos a lo largo y ancho de los países y las sucursales bancarias. Estas últimas podrían ir desapareciendo lentamente y transformarse los bancos en tiendas virtuales de atención al cliente.
La revolución del sistema financiera a nivel mundial, impulsado por las fintech ha generado un sinnúmero de nuevasiniciativas como Swish que fue lanzada en el 2012 y ya cuenta con más de 6,2 millones de usuarios – el 60 % de la población sueca – y que permite vincular un número de teléfono a una cuenta bancaria y movilizar el dinero de forma fácil, con la misma dinámica de un mensaje de texto.
Está claro hacia adónde avanza el mundo. Esta nueva modalidad no está exenta de nuevos riesgos, por caso el Banco Central Europeo está mirando cuidadosamente el caso sueco. Temen que el uso de criptomonedas en un sistema digitalizado como el sueco termine dejando la economía fuera del control de la entidad, algo que sabemos ocurrirá tarde o temprano no sólo en el caso del país nórdico sino en todo el mundo, basta ver las potencialidades que la tecnología blockchain tiene para imaginar que en poco tiempo los bancos centrales serán cosa del pasado.
Es músico y escritor. Se me ha perdido una canción (2011), Mis canciones (2014) y Seré canción entonces… (2018) son sus tres discos. Ha publicado también la novela Una tumba sin nombre (2012) y el ensayo Renta Básica Universal: Por qué y cómo terminar para siempre con la pobreza. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad Austral, Argentina), Master en Acción Política y Participación Ciudadana (Universidad del Rey Juan Carlos, España) y Diplomado en Gestión Pública (Instituto Tecnológico de Monterrey, México). Es fundador, director y editor de la Revista Algoritmo.
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