Si hay un país históricamente neutral, como garantía de inviolabilidad de su territorio desde noviembre de 1815, es Suiza. Sin embargo, en el dinamismo conflictivo en el que actualmente se desarrollan las relaciones internacionales, el país helvético se ha involucrado –en esta acción como sede- de una operación diplomática que nace muerta si se toma como exitoso el logro de la paz y el diálogo entre Rusia y Ucrania/OTAN-, más allá de lo que allí se hable, decida y se comunique.
La conferencia se celebrará el 15 y 16 de junio en el complejo turístico de Bürgenstock, en el cantón de Nidwalden, en las afueras de la ciudad de Lucerna. La cita pergeñada por los Estados Unidos y el Reino Unido, solicitada formalmente por el gobierno de Kiev, tiene como objetivo crear un marco favorable a una paz global y duradera en Ucrania. El principal problema es que se discutirá sobre un plan elaborado por el presidente ucraniano que no contempla la realidad política ni militar y solo contiene sus aspiraciones de máxima. El viernes se conoció que el Presidente Joe Biden podría no asistir por compromisos asumidos en su campaña electoral. Baja dura para Zelenski y para Europa.
Si bien Moscú ha dicho que no está en contra de las negociaciones para poner fin a la guerra, los funcionarios rusos –país que no ha sido invitado- han dicho que no participarán en las conversaciones de Suiza, país al que consideran –además- que ha renunciado a su neutralidad.
Rusia, que lanzó una operación militar en Ucrania en febrero de 2022, ha dicho que la iniciativa suiza no tiene sentido sin la participación de Moscú y está convencida que no solo es inútil la discusión, sino que el único objetivo para la mayoría de los países allí reunidos, será mostrar “en un falso relato” el aislamiento de Rusia e intentar “acorralarlo” diplomáticamente.
Ambas cosas parecen imposibles, ya que no lo lograron en más de dos años de conflicto poniendo armas, inteligencia, sanciones y actos terroristas (atentados personales, al puente de Crimea, gasoductos Nord Stream, etc) sobre la mesa y además pareciera chocar con la actual realidad bélica en terreno ucraniano en donde los rusos ahora están a la ofensiva.
La propia presidenta suiza, Viola Amherd, admitió que “no había garantías de que la iniciativa de junio fuera un éxito y que no conduciría inmediatamente a un acuerdo de paz, pero peor es no hacer nada”. Como está planteada, el resultado será bastante aproximado a esta última opción. Para dar una idea de las posibilidades, Ucrania quiere que Rusia retire a todas sus tropas de su país (incluyendo Crimea), pague una compensación monetaria a Ucrania, y rinda cuentas ante un tribunal internacional por sus acciones. Algo así como una rendición incondicional tras una derrota que nadie avizora.
El Presidente Zelenski, está pasando por un momento muy incómodo en la política interna, sin mandato popular que está vencido, ya que suspendió las elecciones de este año y continúa gobernando con una aprobación de gestión del 17 por ciento), una crisis importante económica, de oposición política, de reclutamiento, de constante retroceso en la línea de contacto, más allá del cansancio de muchos de sus aliados que estarán escuchando por enésima vez la falta de dinero y la necesidad de armas cada vez más potentes.
Según Vladimir Putin, los organizadores del evento pretenden “reunir al mayor número de países posible” y luego anunciar que “todo ya ha sido acordado entre todos”. Mientras, las decisiones de la cumbre se presentarán después a Rusia como “un ultimátum”. “Pero eso no va a ser así”, aseguró Putin.
En este sentido, Putin recordó que “las bases para las negociaciones de paz con Ucrania se acordaron rápidamente en marzo de 2022 en los procesos de Minsk y Estambul”, convertidas luego en dos grandes estafas occidentales, “cuando los representantes de Kiev incluso pusieron sus firmas en el borrador del acuerdo”.
“Y ahora aparecen unas fórmulas (de paz) pero ¿basadas en qué? ¿En lo que unos quieren, pero no en la situación real (sobre el terreno)?”, se preguntó.
Varios presidentes del BRICS ya han anunciado su ausencia (Sudáfrica y Brasil, los primeros) y serán importantes los aportes de algunos países de Medio Oriente, Asia y África, hoy comprometidos también de cerca por el conflicto de Gaza. Ese grupo será el colchón de la conversación, ya que su voz tiene peso (India, Arabia Saudí, Egipto por ejemplo) pero no están alineados. Se estima que asistirán aproximadamente 70 países, o sea –además de estos- solo los que están alineados con Washington y Kiev, y neutrales obligados.
Una de las claves será que hará la República Popular China, si asistirá o no, con qué nivel y su postura en el debate para el caso que esté presente, ya que es la superpotencia que, aun siendo neutral mantiene una relación confiable para Rusia. “China apoya la convocatoria en un momento apropiado de una reunión internacional, que sea reconocida tanto por Rusia como por Ucrania, en la que todas las partes puedan participar de manera equitativa y discutir todas las soluciones de paz de manera justa”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi en una conferencia de prensa recientemente. También ayer en una reunión con su par brasileño elaboraron un plan de seis puntos que hicieron público (ver nota aparte).
Hace un año China había presentado un plan de 12 puntos que buscaban a través de la paz en este conflicto lograr una convivencia más efectiva y amigable para el planeta todo, con eje en el diálogo y negociación entre las partes, los alimentos, lo nuclear tanto lo bélico como las instalaciones, el fin de las sanciones económicas, los temas humanitarios y la reconstrucción de Ucrania, tema para lo que se ofreció ayudar cuando sea posible. Zelenski ya es parte del problema para todos y estos shows internacionales que le monta Occidente, pretenden bajarle la preocupación, ansiedad y el nerviosismo con que se le nota en los últimos tiempos.
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