Esta nota se publicó originalmente en www.noticiasurbanas.com.ar
La Unión Europea ha estado tomando malas decisiones estratégicas desde hace una década y ello provoca que la región empiece a entrar en zonas de turbulencias, que se podrían agravar en los próximos meses, de acuerdo con la tendencia del avance de Rusia en el conflicto de Ucrania.
Una de las dificultades más visible a la que se enfrentan los líderes del viejo continente (para nosotros) es la confusión interna en el bloque acerca de cuáles son los objetivos, algo que ni Lloyd Austin en Estados Unidos supo responder. La misma información occidental indica que cada día la UE y la OTAN están más involucrados en una guerra que solo les ha traído problemas económicos y políticos en cada uno de sus países. Estados Unidos, como jefe político indiscutido de ese grupo y a distancia prudencial del conflicto, se diferencia y es otro tema que se dirimirá en noviembre.
Una de las peores consecuencias de esta década es justamente la absoluta dependencia de Bruselas de Estados Unidos, tanto en el plano militar como en el económico. Y en las decisiones que toma Washington existe el convencimiento de que en términos económicos para ellos el conflicto ucraniano es rentable en tres sectores clave. El manejo económico de compras y entregas que definen las grandes corporaciones militares de USA, la entrada en Europa del GNL norteamericano (que enfrenta sorpresivamente al crecimiento de Equinor de Noruega, que pareciera heredar la posición dominante que tenía la rusa Gazprom antes de la voladura de sus gasoductos Nord Stream). El tercer punto es, justamente, el relacionado con el costo de la energía y su influencia en el comercio, algo que ya está provocando cierres o mudanzas de grandes empresas a otros países, desde donde puedan ser más competitivos. La recesión ya existe, Alemania ya no es más el motor del bloque y el empeoramiento de la situación está a la vuelta de la esquina.
Un párrafo aparte aquí para las penalidades impuestas por Occidente a la Federación de Rusia, que conforman unos quince paquetes que suman más de 18.000 sanciones (empresas y personas), más que las que existen en todo el planeta. Las mismas han demostrado ser inútiles en esta etapa de la multilateralidad, ya que Rusia ha logrado en estos dos años crecer mucho más que sus ex socios y vecinos que lo sancionan, que siguen trabados luchando contra la inflación y los problemas que ello le ocasiona.
El relato o la narrativa inicial que “vendió” Occidente del conflicto ucraniano y que fuera el principal incentivo para envalentonar a ese pueblo, fue la mejor herramienta de la UE y la OTAN en su arenga global durante el primer año del conflicto, pero se va derritiendo con la llegada del calor 2024 y mirando con frialdad la realidad de lo que sucede hoy en el campo de batalla.
El tema ahora es de difícil (y peligroso) pronóstico para los aliados occidentales, ya que ni las sanciones económicas ni el flujo incesante y creciente de armas lograron su objetivo (que nunca estuvo claro), y luego de más de dos años de combates -como un boomerang- se le está viniendo el problema encima.
Por eso hablamos al principio de las decisiones mal tomadas a partir de 2014, de entrenar al ejército ucraniano, financiar su gobierno y la guerra proxy, intentando provocar el debilitamiento interno del Presidente Vladimir Putin y propinarle una derrota militar a Rusia. Hasta ahora, pasó todo lo contrario. Putin ganó sus elecciones en marzo con el 87,3 de los votos y su ofensiva en la línea de contacto resulta incontrolable para las fuerzas ucranianas, reforzadas -hasta ahora y por lo que se hace público- con contingentes de algunos países de la OTAN. En este momento Europa tiene que decidir entre escalar -quién sabe hasta dónde- con los riesgos que ello implica ante una potencia nuclear que además lleva la iniciativa o aceptar la derrota de la política y de la guerra, en una fórmula de paz sensata, que no sea tan ridícula como las que discutirán en Suiza los genios que inventaron este experimento casi suicida.
La falta de liderazgos fuertes en Europa y las discrepancias crecientes entre los integrantes de los distintos gobiernos de la UE, que empiezan a ver las consecuencias nefastas de lo actuado, son algunas de las claves de lo que sucederá en el verano boreal. Cuando un bloque se involucra en un conflicto de tales dimensiones, siempre tiene que tener muy claro por qué lo hace y cuáles son las salidas en los distintos escenarios. Parece que aquí radica la principal dificultad. Se enamoraron del relato y hoy se rompen la cabeza mientras repiten la consigna entre ellos: “Rusia no puede vencer, la OTAN no puede perder”, mientras las novedades objetivas desde el frente abonan lo contrario. Aferrados a ese discurso, dirigentes franceses, británicos y polacos, entre otros, pronuncian (y realizan acciones) que son provocaciones demasiado irresponsables para este momento, yendo muy al borde de lo que puede ser un desastre continental o mundial.
En este punto, el factor nuclear es algo –ahora sí- a tener en cuenta para todos aquellos que, como Emanuel Macron, pretenden resolver esto en el campo de batalla, entrando a combatir con tropas francesas. Por más que en su momento otros países como Alemania e Italia se pronunciaron en contra de esta opción, las decisiones finales no las toman ellos. En este momento, como nunca en la era moderna, funcionan como satélites (o peones) de Washington, desde donde se mueven los hilos.
Occidente no encuentra la salida a la inminente derrota militar y política de Volodimir Zelensky y eso provoca incertidumbre y que todos intensifiquen sus agresiones, guiados por la frustración de haberse creído el relato con el que entraron. No es loco pensar que, en esta línea, Europa puede ser una zona peligrosa a corto plazo, quizás en meses. Depende de ellos no volver a equivocarse, no subestimar otras realidades, respetar los intereses propios y no los ajenos y entender cómo se viene consolidando con firmeza la troika que tendrán enfrente en el plano político, porque Rusia en el plano militar demostró que tiene las capacidades históricas y presentes para repetir una vez más una gesta nacional a las que ya nos tiene acostumbrados.
- Zelenski, Milei y Bukele: los tres experimentos de Washington - 8 junio, 2024
- Las negociaciones en Suiza son el calmante que la OTAN eligió para Zelenski - 28 mayo, 2024
- Europa sigue confundida y ya no depende de sí misma - 20 mayo, 2024