Nueva Zelanda se convierte en el primer país de Oceanía en legalizar el uso terapéutico de la psilocibina, el compuesto activo de los conocidos “hongos mágicos”, para tratar la depresión resistente al tratamiento convencional. La medida, anunciada esta semana, marca un hito en la política de salud mental a nivel global y abre el debate sobre el rol de las sustancias psicodélicas en el abordaje de enfermedades mentales severas.
La decisión fue tomada tras la evaluación de estudios clínicos que muestran resultados prometedores en pacientes con trastornos depresivos que no responden a antidepresivos tradicionales ni a psicoterapia. La psilocibina ha demostrado reducir significativamente los síntomas depresivos en sesiones controladas y acompañadas por profesionales especializados.
¿Qué es la psilocibina y cómo actúa?
La psilocibina es un compuesto psicodélico que se encuentra en más de 200 especies de hongos. Al ingresar al organismo, se transforma en psilocina, que actúa sobre los receptores de serotonina del cerebro. A diferencia de los antidepresivos clásicos, no necesita administrarse diariamente: una o dos sesiones supervisadas pueden inducir cambios profundos y duraderos en la percepción y el estado anímico.
En contextos clínicos, su uso no busca inducir una experiencia recreativa sino facilitar una apertura emocional y cognitiva que, acompañada por un terapeuta entrenado, permita trabajar traumas o patrones de pensamiento disfuncionales.
Nueva Zelanda y un cambio de paradigma en salud mental
La autorización fue otorgada por la Agencia Reguladora de Medicamentos y Dispositivos Médicos de Nueva Zelanda (Medsafe), bajo estrictas condiciones de uso. Sólo podrán administrar esta terapia profesionales habilitados, y cada caso deberá contar con la aprobación previa de un comité ético.
Este avance posiciona a Nueva Zelanda a la vanguardia de una tendencia creciente: el renacimiento psicodélico y el uso de hongos alucinógenos contra la depresión. Países como Australia, Estados Unidos, Suiza y Canadá también han comenzado a autorizar el uso de psicodélicos en contextos terapéuticos, especialmente para tratar depresión, estrés postraumático y ansiedad existencial en pacientes con enfermedades terminales.
¿Qué sigue para América Latina?
Aunque en la región el debate aún es incipiente, expertos en salud mental comienzan a observar con atención estos avances. Organizaciones de investigación como MAPS y universidades como Johns Hopkins han liderado ensayos clínicos que refuerzan el potencial terapéutico de estas sustancias.
En países como Brasil o México, donde ciertas tradiciones indígenas han utilizado hongos enteógenos durante siglos, la integración de este conocimiento ancestral con la medicina moderna podría abrir caminos innovadores en el tratamiento de trastornos mentales.
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