La educación es el proceso de transferencia de conocimientos a una persona para que esta adquiera una determinada formación de acuerdo con la cultura y las normas de la sociedad a la que se pertenece. En nuestro país, la instrucción escolar universal ocupa desde fines del siglo XIX un lugar preponderante en la educación de nuestros niños, tanto en la etapa inicial, como en la primaria y secundaria. Es justo señalar que los padres y las familias tienen un rol preponderante en la formación moral y afectiva de estos, ocupando junto a la escuela el pilar formativo con el que cuenta nuestra sociedad. Educar es también construir hábitos mediante la adquisición de conocimientos, habilidades, valores y creencias. Al educar un niño estamos formando un ciudadano cuya participación en el futuro incidirá sobre el modelo de país en la cual vivirá.
Son muchas las voces que reconocen cierto consenso sobre la idea que nuestro país ha vivido siempre cerca de la abundancia, pero lejos del desarrollo, recordando la rapidez con la que pasamos de una época de vacas gordas a una de vacas flacas, del superávit fiscal gemelo al déficit fiscal y las políticas de ajuste posteriores. Como si fuéramos una familia que cuando tiene altos ingresos, se dedica a viajar por el mundo, cenar en restaurante todas las noches: pero no arregla ni mantiene la casa, no guarda dinero o no lo invierte en alguna actividad productiva.
Obviamente, cuando ese ingreso se reduce pasamos a comprar segundas marcas, la casa se deteriora y añoramos la vida lujuriosa. Definitivamente como sociedad, valoramos poco la planificación y el ahorro como herramienta de previsión. El ahorro como concepto es en primer término un esfuerzo, y es por otro lado, una previsión, ya que guardo lo que no consumo ahora y lo preservó para otra oportunidad. Visto desde una perspectiva pedagógica promover el ahorro en niños, desde temprana edad, no solo ha de estimular una cultura previsora, sino seguramente incentiva el apego a la cultura emprendedora.
Definitivamente como sociedad, valoramos poco la planificación y el ahorro como herramienta de previsión.
Muchas veces nos quejamos de la falta de iniciativa de muchos jóvenes ,pero pocas veces nos preguntamos en qué etapa de la educación nos enseñan a ser emprendedores y previsores, a valorar lo que tenemos y a no comprar compulsivamente. Los niños son el capital futuro de una nación, por eso no debemos dejar a expensas exclusiva de padres estimuladores el destino de nuestra sociedad, debemos incorporar la educación en valores de la previsión y el ahorro en el sistema educativo, tanto de gestión estatal como de gestión privada. Incluir en la currícula educativa la importancia de ahorrar y cómo hacerlo, promover el ahorro.
Los pueblos no necesitan que les enseñen a gastar, de hecho consumir es más sencillo que producir, por eso necesitamos enseñarle a ahorrar a nuestros niños, comprendiendo que el ahorro no es potestad exclusiva del sistema bancario, se puede (y se debe) ahorrar en recursos naturales, en tiempo, en alimentos, en el uso de ropa, etc.
Visto desde una perspectiva pedagógica fomentar el ahorro en niños, desde temprana edad, no solo ha de estimular una cultura previsora, sino seguramente incentiva el apego a la cultura emprendedora.
Seguramente, las investigaciones de psicología cognitiva o de neurociencias nos permitan dimensionar la importancia formativa y educativa de la noción “ahorro”, ya que la misma puede ser entendida como el retraso en la gratificación, que de acuerdo a diferentes estudios realizados aquellas personas que pudieron desarrollar esta capacidad a temprana edad lograron mayores éxitos académicos a lo largo de su vida.
No faltarán seguro las voces que al oír la idea de “promover el ahorro” señalen que en nuestro país la inflación no permite ahorrar, otras voces probablemente influenciados por el mal recuerdo de la libreta de la libreta de ahorro escolar, que el Rodrigazo fulminó, compartan su experiencia negativa. Los niños que hoy nacen probablemente desarrollen su vida adulta en un mundo donde los recursos naturales no sean infinitos y deben ser preparados para optimizarlos, seguramente convivan con un mundo donde el trabajo no abunde y la administración del conocimiento requiera de nuevas aptitudes, entre las cuales saber planificar sea la mayor virtud.
El consumo es el presente, el ahorro el futuro. Allá vamos, empezamos un debate.
Director de IADEPP. Emprendedor, promotor de enseñar valores en ahorro en la infancia y activista de la igualdad de oportunidades.
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