¿Es imposible aplicar la Renta Básica Universal? La idea de que cada argentino reciba a principios de mes un monto equivalente a la línea de la pobreza en una cuenta de banco parece un sueño imposible, sin embargo lo que comienza a discutirse en el mundo es que el sistema previsional necesita un ajuste profundo, de cirugía mayor. No importa si el analista es de izquierda o de derecha, el problema está claro. El relativo Estado de bienestar que supimos conseguir en Argentina – de forma similar que en otros lugares del mundo – se encuentra en situación terminal. Fue el Canciller Otto Von Bismarck, un líder político conservador, quién hace unos 135 años supo crear uno de los inventos más importantes del siglo pasado: el sistema de seguridad social.
Aquel sistema fue pensado para garantizar la subsistencia de los veteranos de guerra que quedaban incapacitados de trabajar – una cantidad razonable en aquella época de ejércitos semi profesionales integrados mayoritariamente por ciudadanos comunes – y para sostener también aquellos ancianos impedidos también de desarrollar una actividad productiva. Estos últimos eran un número inferior en relación a la cantidad de trabajadores que tenía la economía de ese entonces, la esperanza de vida era más bien corta. Todavía no se habían popularizado el uso de los antibióticos que prolongarían exponencialmente la vida humana, llegar a viejo en ese entonces era una hazaña improbable. Ese sistema ha ido perfeccionándose a lo largo de todos estos años transformándose en un eje central de las políticas públicas estatales argentinas, tan importante es que hoy representa más de la mitad del presupuesto nacional, el año próximo probablemente alrededor del 60 % de los gastos totales del estado, inevitablemente vamos a una crisis del sistema en términos financieros que nos va a obligar a repensar todos los gastos del estado argentino.
Fue el Canciller Otto Von Bismarck, un líder político conservador, quién hace unos 135 años supo crear uno de los inventos más importantes del siglo pasado: el sistema de seguridad social.
Este sistema se encuentra en crisis hace muchos años por múltiples razones, algunas de ellas: la extensión de la esperanza de vida, el mejoramiento de las situaciones de salud de la población general, más de un tercio de los trabajadores sin aportes laborales registrados y los regímenes especiales que consolidan privilegios. Esto obligó a que el sistema tenga que buscar nuevas fuentes de financiamiento: la mitad de los ingresos del sistema no obedecen a ingresos previsionales o laborales sino a impuestos corrientes como un porcentaje del IVA, combustibles, etc. Ergo, aportamos todos, los trabajadores informales que compran una gaseosa en el supermercado también.
Por otro lado y a raíz de este tipo de recaudación el sistema acumula inequidades profundas. El mismo diseño del sistema previsional, está pensado para personas con una trayectoria laboral estable, continua, y perteneciente al sector formal de la economía. Por un lado al menos un tercio de los trabajadores están fuera de la economía formal desde que tenemos números hace más de cuarenta años. El sistema privilegia a quiénes están en blanco, quiénes más ganan – fundamentalmente hombres- quiénes no encuentran interrumpidas su vida productiva en la procreación ni realizan tares de cuidados de personas. Es hora de reconocer los cuidados de las personas como trabajo y dejar de cuestionar las moratorias jubilatorias que incluyeron a miles de mujeres que no tenían aportes, pero habían dedicado sus vidas al cuidado de sus hijos, de sus padres, de los hijos y los padres de otros pero siempre precarizadas. Como afirmaba en una columna Pamela Ares hace un tiempo el 86 por ciento de las personas jubiladas por moratoria fueron mujeres, y con ellas se hizo un acto de justicia. Todavía hoy, el 76 % de las trabajadoras de casas particulares sigue estando en la informalidad. Una de cada 3 mujeres no tienen un ingreso propio. La mayoría de las personas pobres son mujeres, la mayor parte son niñas.
Ese sistema ha ido perfeccionándose a lo largo de todos estos años transformándose en un eje central de las políticas públicas estatales argentinas, tan importante es que hoy representa más de la mitad del presupuesto nacional, el año próximo probablemente alrededor del 60 % de los gastos totales del estado, inevitablemente vamos a una crisis del sistema en términos financieros que nos va a obligar a repensar todos los gastos del estado argentino.
Es imprescindible empezar a pensar cómo reformular el sistema haciéndolo más justo y equitativo y sobretodo volviéndolo financieramente sustentable. Hay una larga jurisprudencia en los fueros de la seguridad social acerca de los derechos adquiridos que supone el sistema. Cualquier tipo de reforma profunda chocaría en una batalla judicial interminable, es importante transformar el sistema bajo la siguiente premisa: esto no representa la pérdida de derechos de nadie sino la conquista de un derecho para todos de forma de que se imponga un bien colectivo superior por sobre un bien individual. Esto es la Renta Básica Universal.
Sería una asignación superior a la línea de la pobreza establecida por el INDEC que se otorgaría a todos los mayores de 18 años, los niños deberán seguir siendo protegidos por la asignación universal por hijo. Las formas de financiamiento serían múltiples: nuevos tributos (impuesto a la herencia, nuevos impuestos laborales que contemplen nuevas relaciones laborales, tasas para la transferencias fuera del país, etc.), descuentos de impuesto a las ganancias, la eliminación de planes sociales y estructuras estatales destinadas a combatir la pobreza, etc. Por supuesto que requerirá de una reforma fiscal profunda, que tendremos que discutir largamente para reorientar los gastos estatales (estamos hablando de reasignar el 60 % del presupuesto).
Es importante avanzar en una primera experimentación a semejanza de lo que se está haciendo en Ontario, lo que se hizo en Finlandia y otros programas de experimentación de diferente tipo que hay alrededor del mundo (Kenia es el más grande). En diferentes estudios se han observado cambios en la salud psicológica de los participantes, menos stress, menos visitas a las guardias de los hospitales, más y mejor cuidado de las personas a cargo, aumento de la escolaridad de los menores y descenso de la deserción escolar, reducción del crimen y el vandalismo, mayores tasas de emprendorismo, etc.
Hoy nos parece difícil pensar una solución de estas características. Otras voces proponen subir la edad jubilatoria, desarmar el sistema o ir a un tipo de sistema privado que deje afuera a la mayoría de los argentinos, yo prefiero animarme a pensar soluciones nuevas, que representen moralmente algo de lo que estoy convencido: la pobreza es contraria a la dignidad de la persona humana y debe ser erradicada entre todos.
Es músico y escritor. Se me ha perdido una canción (2011), Mis canciones (2014) y Seré canción entonces… (2018) son sus tres discos. Ha publicado también la novela Una tumba sin nombre (2012) y el ensayo Renta Básica Universal: Por qué y cómo terminar para siempre con la pobreza. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad Austral, Argentina), Master en Acción Política y Participación Ciudadana (Universidad del Rey Juan Carlos, España) y Diplomado en Gestión Pública (Instituto Tecnológico de Monterrey, México). Es fundador, director y editor de la Revista Algoritmo.
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