A pesar de nuestra vocación al auto flagelamiento, una de las riquezas más grandes de nuestro país es su sociedad. No sólo por su diversidad a lo largo del territorio, sino también por su capacidad de organizarse. Caminando suelo argentino, uno encuentra muchísimas organizaciones intermedias, clubes, ONGs, sindicatos, cooperativas, centros barriales, que dan cuenta de una riqueza social singular. Aun en un pueblo remoto y muy pobre, siempre se encuentra un curita, una parroquia o alguna gran mujer que arma algo para contener lo incontenible.
Sin embargo, esa riqueza social no logró el desarrollo. Quizás tan solo sea el eslabón que mantiene el amor por la Patria y el hilo de nuestra aun endeble integración social argentina.
El Presidente, Gobernador y Jefe de la Ciudad dieron cuenta –al anunciar la flexibilización escalonada– que el mérito de lo alcanzado hasta ahora en materia sanitaria es de la sociedad. Parece cierto que el Estado argentino en su debilidad, sin el apoyo de la sociedad no hubiera logrado nada de lo que hasta aquí logró. Y eso es otra evidencia de la fortaleza social argentina que, golpeada y quebrada, está dando la batalla.
Esa sociedad da cuenta, además, de que los argentinos y las argentinas tenemos una gran conciencia de nuestros derechos, y una gran capacidad de defenderlos individual y colectivamente. La fortaleza de tantas sociedades intermedias es una muestra.
Esa conciencia de nuestros derechos contrasta con el endeble compromiso de cumplir con nuestras obligaciones con la carta que nos hace ciudadanos, que es el país argentino en su Estado. Es paradojal que lo que esté más debilitado sea la forma de organizarnos jurídicamente. El estado, las leyes, la ciudadanía. La desconfianza en nuestra moneda es una expresión viva de la desconfianza que tenemos al Estado y a todo lo que implica el vivir juntos, que es lo que viene a organizar ese Estado.
Nuestros dirigentes, los dirigentes políticos y sectoriales, han logrado frente a la pandemia una articulación, seriedad y sinergia que no están logrando para todo lo otro que Argentina necesita construir. La evidencia del método es que la sociedad, frente a esa responsabilidad de acción de sus dirigentes, respondió sin necesidad de policías, tal como se expresara en la conferencia de prensa.
La desconfianza en nuestra moneda es una expresión viva de la desconfianza que tenemos al Estado y a todo lo que implica el vivir juntos, que es lo que viene a organizar ese Estado.
En estas últimas semanas, algunos dirigentes de diferentes sectores, socio-económicos y políticos, han privilegiado las causas propias por sobre las comunes. Los reclamos de los diferentes sectores pueden o no ser legítimos, pero en este tiempo de crisis, donde la sociedad está poniendo tanto de si, la defensa sectorial se ve mezquina. Pero sobre todo, muy alejada de lo que le está pasando incluso a sus representados y a todo el universo que ellos no representan.
Lamentablemente, los hechos políticos que aparecen tienen mucho de reclamo de parte, y poco de búsqueda de soluciones comunes. Quienes dirigen las coaliciones de Gobierno y oposición tienen que lidiar dentro con sectores extremos que todavía están centrados en defender sus lugares y banderas, sin entender que este tiempo requiere el coraje de animarse a tomar la bandera común con quien piensa a veces muy diferente, o defiende intereses distintos.
Hay muchos reclamos que pueden o no ser legítimos, pero que necesitan encausarse en un proyecto nacional que no aparece.
Así como es claro el propósito de la emergencia que estamos enfrentando en lo sanitario, no se nos muestra un camino para encontrar el sendero del desarrollo. La pandemia es una buena excusa, pero ¿cómo vamos a vivir con el virus? Es tiempo de pensar esa alternativa.
La sociedad está esperando encontrar a los Gobernadores y al Presidente, con los dirigentes de todos los sectores, contándoles a la sociedad que estos son los tremendos números pero que vamos hacia tal camino y con tales propósitos, que el camino es con sacrificios, pero que cada sector va a poner su parte, con esfuerzo y dolor, seguramente, pero con amor por los argentinos y patriotismo.
En muchos lugares de la sociedad civil y académicos, los dirigentes de todos los sectores hablan de concertar, de acordar, de que hay que generar ese programa hacia el desarrollo. Esta semana desde la Secretaria de Asuntos Estratégicos que dirige Gustavo Beliz, se inició un debate en torno al Consejo Económico Social. Necesitamos acelerar tiempos, porque no es solo es que la gente esta cansada del confinamiento, sino que los actores están esperando cual va a ser el marco en el que se va a poder avanzar. Y esto requiere, que en esa mesa, cada actor vaya a decir qué pone, y no qué saca. No defendiendo sólo sus intereses, sino entendiendo que hay un bien mayor que hoy requiere ciertos sacrificios. Y por supuesto que los que más tienen son los que más deben poner, pero en un marco de confianza mutua, de saber que voy hacia un lugar y que confío que vamos juntos. Construir esa confianza está pendiente. Y es urgente.
La pandemia es una buena excusa, pero ¿cómo vamos a vivir con el virus? Es tiempo de pensar esa alternativa.
Se cumplen 26 años del atentado a la Amia. Una herida dolorosa que aun no podemos sanar y que evidencia todas nuestras miserias institucionales, en la Justicia pero también en todas nuestra instituciones.
Quiero traer las palabras del presidente de la DAIA esta semana en unas Jornadas organizadas en el marco de pensar el día después entre referentes de todos los sectores. Debatiendo el Consejo Económico y Social y sus posibilidad, Jorge Knoblovitz alertaba que “Cuando hay desconfianza, cuando no escuchamos al otro, se genera un clima en que el fanático, o te lleva a su lógica, o te cuelga el cartel de traidor”. En esa misma reunión Funes de Rioja habló de la necesidad de recrear confianza y Gerardo Martinez dijo que lo importante es ponerlo en práctica no sólo desde las palabras, sino también desde los hechos.
Están las voces, está la demanda, faltan los hechos. Parece que lo que se logró en materia sanitaria fue gracias a la sociedad. ¿Podemos pedirle a los dirigentes de todos los sectores que tomen nota? ¿Que nos representen en la búsqueda en una salida común para esta crisis económica social que no encuentra cauce? ¡Ahora es la hora en que eso es indispensable!
Es Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica Argentina. Realizó una Maestría en Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Sociales (FLACSO). Especialista en seguridad internacional, defensa e inteligencia, dicta la Cátedra de Estrategia y Seguridad Internacional en la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA y Introducción a la Teoría de Relaciones Internacionales de la Universidad Austral. Ha sido Directora Nacional de Inteligencia Estratégica Militar del Ministerio de Defensa de la Nación y actualmente es Directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Facultad de Ciencias Sociales de la UCA.
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