Hemos dicho en otros artículos que se ha abierto una oportunidad real en el desarrollo de la tecnología para aquellos países que, como el nuestro, no consiguieron el desarrollo de las naciones industrializadas en el siglo pasado. La inédita convergencia entre los procesos de globalización y de revolución tecnológica mundial tiene sus pros y sus contra, pero el rumbo de ésta, como de todas las anteriores etapas del progreso humano, desde el neolítico hasta el presente, escapa a la voluntad decisoria de individuos o facciones, en la medida en que se trata de procesos sociales irreversibles e irremediables. De manera que la clave no está en deliberar si entramos en ese torbellino, sino en cuándo y cómo lo hacemos.
Las naciones industrializadas, previsiblemente, encabezan estos procesos y tienen todas las de ganar. Pero las circunstancias que hemos mencionado en varias oportunidades, que dependen más de la innovación y del riesgo en la búsqueda de nuevos paradigmas que de la inversión en grandes infraestructuras industriales –la “industria pesada”-, ofrecen una oportunidad única para las naciones emergentes.
Las pruebas están a la vista en numerosos ecosistemas tecnológicos a nivel global como lo son el novedoso sistema de financiamiento público-privado en Israel del que hemos dado cuenta en más de un artículo, el apoyo estatal ruso a las nuevas start-ups de su país, el lento pero inconmovible avance de la revolución tecnológica en la India o la experiencia de países como Taiwán, que no se resigna a ser superado en estos campos por sus exitosos vecinos, los chinos, coreanos o japoneses.
Los países de América Latina no aún están fuera de esta carrera por participar del futuro, pero es necesario reconocer que ninguno de ellos ha dado pasos sustanciales como para estar a la altura de las naciones que lideran el proceso. El desafío que nos planteamos en esta nota es reconocer –o al menos enumerar- las claves que hasta el momento caracterizan a aquellos actores que protagonizan esta revolución tecnológica y participan, junto a las naciones más avanzadas, de este verdadero salto exponencial que muchos describen como la revolución 4.0 o Cuarta Revolución Industrial. ¿Qué están haciendo, pues, los países que marcan la tendencia?
1. CONSTRUIR UNA INFRAESTRUCTURA FAVORABLE A LAS EMPRESAS DEL SECTOR PRIVADO.
Estados Unidos es líder en Inteligencia Artificial porque sus políticas estatales -como ocurrió con la carrera espacial- estuvieron basadas, durante muchas décadas, en la certeza de que había que crear las condiciones estructurales para liderar la revolución tecnológica. Tiene el triple de líneas telefónicas que China, y casi la duplica en líneas móviles. También la supera ampliamente en conexiones de banda ancha fija por habitante.
De manera que las compañías privadas, que dirigen esta revolución con independencia de las políticas de estado pueden contar, sin embargo, con una infraestructura única, a nivel global, para aumentar su productividad y reducir sus costos de manera constante en el mediano plazo. Este vigor del sector privado es el punto que ha permitido a los norteamericanos conservar el liderazgo desde el principio de la incipiente revolución 4.0, de la que, como sabemos, han sido pioneros.
Tres tipos de compañías lo articulan: 1. las grandes compañías –Google, Facebook, Amazon o Microsoft- que manejan la IA, la gestión de datos a gran escala y el aprendizaje automático. 2. Las empresas de servicio, como Salesforce o IBM, que gestionan los datos de otras empresas. 3. Las empresas de innovación o Start-Ups, que trabajan sobre problemas específicos. Tres ejemplos son Flatiron –que gestiona y analiza datos en el sector sanitario-, Cruise Automation –que testea y desarrolla la tecnología para vehículos autónomos- y Two Sigma –que utiliza la IA para el manejo de inversiones-.
2. APOYAR DE MANERA DIRECTDA, DESDE EL ESTADO, A LAS EMPRESAS DEL SECTOR PRIVADO.
La infraestructura que hemos descrito en el punto anterior es un modo de apoyo estatal clave, pero cabe aclarar que ni la administración Obama ni la actual han desarrollado un plan de financiamiento concreto a los emprendimientos tecnológicos. El presidente Barack Obama reconocía la importancia del tema cuando dijo “mi sucesor gobernará un país que estará siendo transformado por la IA”. Su sucesor también comprendió el valor estratégico de la carrera tecnológica cuando bloqueó la compra de la compañía Qualcomm por la china Broadcom, aduciendo razones de seguridad nacional.
Pero ninguno de ellos ha desarrollado, hasta el momento, un modelo conjunto estatal-privado como el que desarrolló Xi Jinping en su “Décimo tercer plan quinquenal de informatización nacional”, mediante el cual se subsidiará a las empresas de chips de procesamiento y se apoyará directamente a las empresas gigantes chinas (designadas mediante el acrónimo BAT: Baidu, Alibaba y Tencent) para que el país del dragón sea la principal ciberpotencia en el año 2025.
El presidente Barack Obama reconocía la importancia del tema cuando dijo “mi sucesor gobernará un país que estará siendo transformado por la IA”. Su sucesor también comprendió el valor estratégico de la carrera tecnológica cuando bloqueó la compra de la compañía Qualcomm por la china Broadcom, aduciendo razones de seguridad nacional.
3. MODIFICAR EL MARCO REGULATORIO TRADICIONAL PARA ADAPTARSE A LA REVOLUCIÓN DIGITAL
Este es el tercer factor clave para la creación de un ecosistema tecnológico: la eliminación de los obstáculos legales a la digitalización de la economía. Los países que llevan la delantera en este aspecto ya están atravesando la transición hacia nuevas formas de organización social y económica que, pese a las trabas impuestas por la legislación tradicional, llegarán de un modo u otro, como todos los avances del pasado.
Recordemos que nuestras leyes no estaban preparadas para el cambio exponencial que plantean los avances tecnológicos. Como advierte el experto español en la legislación del mundo digital, “La economía digital no es una economía nueva que coexiste con tradicional. La economía digital es la del siglo XXI, porque hoy en día la economía y la sociedad son digitales. No existe una economía digital y otra que no lo sea, igual que no hay un comercio electrónico o una administración electrónica aparte del comercio y la administración tradicionales”. De manera que las normas en cuanto a Derecho Digital deben avanzar a la misma velocidad de los cambios, de manera que no se pierda la oportunidad de desarrollarse a la misma velocidad que el resto de los ecosistemas.
En este sentido sabemos que el derecho anglosajón –o el de las empresas asiáticas- es mucho más abierto y flexible que el de América Latina o el derecho europeo. Esto tiene una relación directa con el crecimiento de los modelos de negocio que se benefician directamente con la digitalización. En esta guerra todo cuenta y, sin dudas, la modernización –flexibilización- del marco regulatorio es un componente estratégico clave para la agilización del proceso en los ecosistemas tecnológicos.
Los países que llevan la delantera en este aspecto ya están atravesando la transición hacia nuevas formas de organización social y económica que, pese a las trabas impuestas por la legislación tradicional, llegarán de un modo u otro, como todos los avances del pasado.
4. REORIENTAR CUALQUIER TIPO DE NEGOCIOS SEGÚN UN MODELO DE RECONVERSIÓN TECNOLÓGICA
Sabemos que la innovación va de la mano con la flexibilidad. Las empresas deben reorientar sus negocios según las circunstancias del mercado. Es cambiar o perecer. Una reciente nota del diario El País nos permite ilustrar este fenómeno. Se trata de la reconversión del ecosistema tecnológico de Taiwán, que lideraba mundialmente la producción de hardware (para los iPhone de Apple, o para empresas como Amazon, HP, Dell, Toshiba o Samsung), que ahora comienza a incluir en sus proyectos las soluciones smart, Internet de las cosas, las Start-Ups y la inteligencia artificial.
Vale decir que se va casi a contramano del propio modelo de negocios, apostando por el emprendimiento privado, que puede asegurar mayores márgenes de ganancias a aquellos que –como Taiwán con el hardware- se han especializado demasiado en un solo tipo de desarrollo y por lo tanto debe reconvertirse para no quedar atrás.
Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.
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