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Written by 1:19 PM OPINIÓN

Dejar el Péndulo: Pragmatismo y equilibrio en la toma de decisiones

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En un futuro incierto, imprevisible, nuestra región, y por ende nuestro país, cuyo destino está ligado irremisiblemente a ella, debe cuidarse muchísimo no sólo de los retrasos a la hora de las decisiones, que velozmente nos dejan rezagados, sino también de las decisiones apresuradas. No estamos para cambiar el rumbo por caprichos ideológicos como era habitual para los líderes del siglo pasado: hoy el mundo es interdependiente en lo geopolítico, en lo económico y en lo social. La globalización ha reducido nuestra autonomía respecto de otras economías y de otras formas de ser. El epicentro del comercio mundial se mueve hacia el Pacífico, las transacciones se despegan de las monedas nacionales –vale decir, de los estados-nación- y el poder confluye del mundo unipolar del consenso de Washington en los años 90 a una comunidad globalizada en la que China marca la tendencia pero Occidente equilibra los tantos. En definitiva: los estados-nación ya no pueden ser ni totalmente soberanos ni desentenderse de la cuestión geopolítica alineándose a una de las potencias globales: lo vemos en Afganistán respecto de Estados Unidos, en la desconfianza de Europa hacia sus primus inter pares norteamericanos o en cualquiera de los países con vínculos fuertes con China. Estamos solos en el camino, pero nuestros destinos están completamente interconectados.

Lo volvemos a subrayar porque es importante: nuestras experiencias son similares a las del resto de los países de nuestra región: el riesgo es siempre volver al péndulo que nos devuelve a las viejas recetas con aroma marxista o nos hace creer que seremos admitidos en el primer mundo porque hacemos buena letra. El problema es precisamente el círculo vicioso entre el estado ausente que por su falta de regulaciones disuelve la sociedad en nombre de una quimera de economía global con anteojeras o bien transforma nuestras instituciones en una expresión del estado de ánimo de los gobernantes de turno. No se trata de que los iluminados de uno u otro lado no hayan llegado a fondo con sus propuestas: se trata de que los dilemas de una sociedad desarrollada no se reducen a esquemas de tipo liberalismo-conservadurismo, izquierda-derecha o estatismo-libertarismo. Dejar el péndulo que corroe nuestra credibilidad ante el mundo y nuestra previsibilidad ante nuestros conciudadanos es comprender que no nos han servido los galimatías ideológicos sino el pragmatismo. No hemos fracasado tan sólo por el adoctrinamiento marxista de los setenta, sino también por el exceso de ideología de los neoliberales de los noventa. El ejemplo de todos los países exitosos nos muestra la solución: no se trata de qué tan buenas sean las ideas, sino en la previsibilidad del conjunto basada en ideas compartidas que exceden a todo marco ideológico: 1. Derecho a la vida. 2. Derecho a la libertad. 3. Derecho a la propiedad privada.

En definitiva: los estados-nación ya no pueden ser ni totalmente soberanos ni desentenderse de la cuestión geopolítica alineándose a una de las potencias globales: lo vemos en Afganistán respecto de Estados Unidos, en la desconfianza de Europa hacia sus primus inter pares norteamericanos o en cualquiera de los países con vínculos fuertes con China.

En el contexto líquido que hemos descrito, y frente a las posiciones extremas, que o bien piden Mercado sin Estado o viceversa, debemos ser sutiles a la hora de las decisiones. El pragmatismo nos exige no caer en el maniqueísmo de un clima de inversiones sin mercado interno –como propuso el macrismo– o en la apuesta a ciegas por una economía de sustitución de importaciones que nos entrega falsas “primaveritas” económicas pero no ofrece ni un plan de desarrollo integral para el país ni un plan de inversiones que cree un verdadero clima de negocios en la Argentina. Sin la previsibilidad que permite sostener este contrato esencial para las naciones libres, resumido en los tres puntos enunciados en el párrafo anterior, no habrá clima de confianza en nuestros conciudadanos ni clima de negocios hacia afuera. En el mundo del derecho es más común que seamos precavidos respecto del exceso de ideología que a veces nubla la mente de los líderes: debemos distinguir las políticas partidarias –hechas para el corto plazo- de las políticas de estado –y su base institucional anclada en el Derecho- para poder construir lo que realmente nos ha faltado a los argentinos: un proyecto de país que resuelva los problemas de fondo y que no nos deje tropezar una vez más en las consignas ideológicas. Sin previsibilidad no habrá confianza, y sin ella no habrá inversiones, es decir, seguiremos en el purgatorio de quienes nunca terminan de caer al infierno de los estados fallidos pero tampoco dejan de ser admitidos en el conjunto de los emergentes.

Lo volvemos a subrayar porque es importante: nuestras experiencias son similares a las del resto de los países de nuestra región: el riesgo es siempre volver al péndulo que nos devuelve a las viejas recetas con aroma marxista o nos hace creer que seremos admitidos en el primer mundo porque hacemos buena letra.

El pragmatismo nos indica que indudablemente podemos aspirar a esto último, pero la velocidad de los cambios globales ahora ya no admite políticas y gobiernos dubitativos: nuestros recursos naturales están listos para un aprovechamiento sustentable, la materia gris de nuestras universidades está preparada para hacer frente al aluvión tecnológico y nuestras clases medias están ávidas de ascenso social, con los beneficios en el sector inmobiliario y de servicios que esto supone. El fin de la pandemia reactivará la industria del turismo y la resiliencia económica que caracteriza a la Argentina, pese al flagelo de la inflación, no tardará en darnos una nueva oportunidad. Que Dios ilumine a los responsables de las decisiones inmediatas para no reincidir en el triste péndulo que ya hemos descrito entre quienes se resignan a ser un enclave periférico que aún sueña con la utopía castrista y quienes aún sueñan con que la mano invisible del Mercado les traiga soluciones mágicas.

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Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.

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Fernando León
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Etiquetas: , , Last modified: 3 septiembre, 2021
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