Lo primero que habrá de sorprendernos, si accedemos por email al informe anual de Startup Genome, el Global Startup Ecosystem Report 2018, que determina los principales polos mundiales en tecnología, es la notoria ausencia de Moscú entre los principales centros tecnológicos del mundo, el absoluto predominio de los ecosistemas norteamericanos, el notorio protagonismo de Tel Aviv y la total ausencia de centros en América Latina.
Queda claro que los chinos, desde hace unos cuantos años, están al tanto de cuáles son los desafíos para protagonizar el nuevo siglo: geopolítica (el poder militar es apenas uno de los componentes de este ajedrez por el poder político), comercio y tecnología. En consecuencia, Beijing está presente en casi todas las subdivisiones en las que se miden los indicadores de avance tecnológico: Inteligencia artificial, blockchain, fabricación avanzada y robótica, agtech y nuevos alimentos, fintech, salud y ciencias de la vida, ciberseguridad, tecnología limpia, educación, juegos, adtech y electrónica de consumo.
El principal ejemplo de cómo se complementan geopolítica, comercio y tecnología en el mundo globalizado de los últimos cincuenta años es, sin dudas, el de la implosión soviética. El vetusto sistema socialista de aquel entonces fue incapaz de mantener, mediante la inversión, los avances tecnológicos que mantenían al gigante ruso en competencia directa con Estados Unidos. ¿Putin está aprendiendo la lección? Tal vez. Porque si bien hemos mencionado que Rusia no figura entre los centros más destacados en el informe recién mencionado –al menos no parece competir con otras potencias mundiales como los Estados Unidos, la Unión Europea, China, la India o Israel-, está claro que tiene todo a su favor como para recuperar el terreno en los próximos años.
La prueba de este interés ruso es la apuesta de Vladimir Putin en fortalecer el rumbo de las startups rusas mediante una virtual refundación del “proyecto Skolkovo”, creado por su predecesor Dmitri Medvédev en 2010. El proyecto había sido lanzado con bombos y platillos, pero muy pronto la utopía de un Sillicon Valley ruso se dio de bruces con la realidad. Países como Japón o Corea del Sur, especializados en coordinar la potencia comercial con la innovación tecnológica, no estaban al alcance de un país que parecía aislado aislado del proceso de intercambio, pese al peso relativo no desdeñable de su sector industrial. Es que competir en las grandes ligas no requiere tan sólo de buenas intenciones: Israel, otro ejemplo prístino de cómo deben financiarse los nuevos emprendimientos, no nació del esfuerzo desinteresado de sus ingenieros. Es el resultado de una combinación de capitales de riesgo en hábil intercambio con los principales centros proveedores de know-how, principalmente estadounidenses.
Porque si bien hemos mencionado que Rusia no figura entre los centros más destacados en el informe recién mencionado –al menos no parece competir con otras potencias mundiales como los Estados Unidos, la Unión Europea, China, la India o Israel-, está claro que tiene todo a su favor como para recuperar el terreno en los próximos años.
Actualmente el Centro de Innovación de Skólkovo, con ayuda de numerosos expertos en tecnología a nivel mundial, como el ex CEO de Intel, Craig Barrett, cuenta con todos los elementos necesarios para dar el salto: el ETC (Electronics Technology Center), especializado en microelectrónica, que aprovecha los avances de empresas como IBM, la OpUS (Open University Skolkovo), otro de los centros de intercambio de conocimiento a nivel mundial que, al igual que la norteamericana Singularity University, no parecen adecuarse al concepto tradicional de institución de enseñanza, y se ocupan de formar a los futuros investigadores en el campo de la innovación para ganar en ese campo esencial de la batalla tecnológica que es el del emprendimiento centrado en las startups.
Actualmente el Centro de Innovación de Skólkovo, con ayuda de numerosos expertos en tecnología a nivel mundial, como el ex CEO de Intel, Craig Barrett, cuenta con todos los elementos necesarios para dar el salto.
¿Qué está haciendo Putin, mientras las cámaras de TV fluctúan entre cubrir el mundial y buscar pistas de la trama rusa por la supuesta injerencia en las elecciones de 2016 que determinaron el ascenso de Donald Trump al poder? Ajustando una y otra vez el presupuesto federal de Rusia para financiar la fundación Skolkovo. Los resultados no se reflejan aún del todo en la consideración mundial hacia el flamante polo ruso, pero ya comienzan a llegar noticias de sus avances. Un breve pantallazo del fenómeno nos lo puede dar la reciente nota de Montse Hidalgo Pérez, para el diario El País, que describe el emprendimiento de seis startups rusas de primer nivel, todas ellas entregadas al auspicioso objetivo de “conquistar el mundo”.
Una de ellas se ocupa de crear un sistema de refrigeración acústico, para que el deterioro –y el sabor- de los alimentos no se vea afectado por el sistema standard de congelamiento. La segunda empresa nos habla de cómo aislar nuestros dispositivos electrónicos: un escudo contra las intrusiones de espías ubicados en nuestras proximidades. La tercera startup rusa se encarga de cultivar algas en el agua para que la experiencia de consumir algas –otro boom en el terreno de la comida saludable- deje de tener… sabor a alga. La cuarta empresa tiene el objetivo (ya no tan) futurista de proteger nuestros datos mediante un encriptado a prueba de futuros virus en el terreno de la tecnología cuántica. La quinta startup rusa se ocupa de ayudar, mediante la tecnología, a que quienes tienen alguna discapacidad en sus miembros superiores puedan utilizar sin problemas la tecnología de los smartphones, especialmente el famoso sistema “touch”. La sexta es SunProtein, que pretende demostrarle al mundo que el girasol es un alimento mucho más promisorio que la soja, con inmediata aplicación en el ámbito de la nutrición deportiva y en el de la dietética.
Mientras Trump se pelea con sus viejos aliados europeos e insulta a “El Muy Honorable” primer ministro canadiense Justin Trudeau tildándolo de socialista, Vladimir Putin no se contenta con los gestos de amistad del presidente republicano, que pidió el regreso de Moscú al G-7. Días después del principal evento de startups de Rusia, Startup Village 2018, celebrado en el technopark de Skolkovo, en Moscú, entre el 31 de mayo y el 1 de junio pasado. Uno de los asesores del centro, el empresario finlandés Pekka Viljakainen, expresó el nuevo espíritu ruso en la carrera por transformarse en una startup nation: “Si miras el Startup Village actualmente, en comparación con hace tres años atrás, verás que todas las grandes empresas están buscando nuevas ideas, el cambio de mentalidad es masivo. Nuestro próximo desafío es elevar este modelos y extenderlo a toda Rusia”. Sin tecnología, el poder militar y el comercial no tienen un buen sustento y el viejo zorro de Vladimir lo sabe.
No sólo de Mundial vive la Rusia de 2018.
¿Y Xi Jinping? ¿Qué tiene para decir sobre todo esto? Beijing, que también está en carrera por empardar el aplastante poderío tecnológico estadounidense, bien vale la redacción de un nuevo y próximo artículo.
Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.
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