Cuando asumió como Primera Ministra Katrín Jakobsdóttir suponíamos que iba a implementar políticas públicas audaces e innovadoras como lo había hecho durante toda su gestión al mando de la cartera cultural. Sin dudas la noticia que ha tomado las portadas de los diarios ha sido su experimento de semana laboral de 4 días en el sector público de Islandia. Los resultados han sido sumamente alentadores en la primera experiencia que lleva a cabo el sector público en el mundo. Ya hemos hablado en otras ocasiones de las experiencias privada en Nueva Zelanda, o de Microsoft en Japón, incluso la discusión que se está dando en España y la reciente incorporación de Telefónica a esta experiencia, sin embargo esta es la primera vez que la decisión la toma un estado respecto a sus propios trabajadores.
El experimento se llevó a cabo durante 4 años – entre el 2015 y el 2019 – e incluyó unos 2500 trabajadores de la alcaldía de Reykjavik casi el 1 por ciento del total de la fuerza laboral del pequeño país. A todos ellos se les redujo la jornada laboral de las 40 horas habituales semanales a unas 35 o 36 horas – sin reducción de sueldo obviamente – y se fue evaluando durante 4 años los efectos obtenidos en diversos aspectos. Los resultados del informe fueron contundentes: los trabajadores aumentaron su productividad, bajaron los niveles de stress, los varones mejoraron su participación en las actividades domésticas, el nivel de servicios públicos brindados mejoró o se mantuvo igual y un mejoramiento del balance entre la vida privada y la vida laboral.
El experimento se llevó a cabo durante 4 años – entre el 2015 y el 2019 – e incluyó unos 2500 trabajadores de la alcaldía de Reykjavik casi el 1 por ciento del total de la fuerza laboral del pequeño país.
Ya los sindicatos de Islandia analizan un planteo global para ser el primer país en extender esta jornada laboral a toda la economía. Actualmente el 86 por ciento de la población de Islandia ha modificado su semana laboral y ya trabaja menos horas o ha pedido a su empleador acogerse a esta nueva metodología de trabajo. En el debate público se ha planteado la necesidad de reducir la jornada laboral también como una forma de redistribuir la riqueza y las ganancias que el sostenido aumento de productividad – en parte gracias a la tecnología – ha generado en los últimos cien años, momento en el que se estableció la jornada laboral actual.
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