En estos días se escucharon largas discusiones a favor y en contra del importante acuerdo de libre comercio firmado entre el Mercosur y la Unión Europea pero poco se habló del principal problema que tiene su implementación: la política agraria común europea que subsidia las producciones agropecuarias y representa el mayor gesto de hipocresía de la dirigencia política de Europa y el nudo gordiano de tanta discusión. Para entenderlo en números, de todo el gasto de la Comunidad Europea el 40 % se destina a la Política Agraria Común (PAC), unos 365.000 millones de euros.
Si bien en Europa hay unos 12 millones de agricultores al 100 por ciento la agricultura emplea unos 46 millones de empleos. No deja sin embargo de ser una actividad envejecida: sólo el 6 % de los agricultores tiene menos de 35 años y el 30 % tiene más de 65 años. Por supuesto que hay países como Holanda que han sabido aprovechar los subsidios y fondos para el desarrollo agrícola para construir un consistente sector productor de alimentos, de hecho se han transformado – sobre la base de la incorporación de tecnología – en el segundo productor de alimentos mundial pero mucho se debate acerca de las graves distorsiones que esta política genera en el precio mundial de los alimentos. Si bien la Organización Mundial del Comercio ha dicho que esas distorsiones no son significativas la forma de mensurarlas es polémica, por ejemplo, no se evalúa la incidencia en el precio de los alimentos en terceros mercados. Es decir, los agricultores de los países productores de alimentos no sólo son perjudicados por no poder exportar hacia Europa sino al tener que competir con productos subsidiados por la Unión Europea en terceros mercados. También hay una polémica acerca de que muchos de esos alimentos se producen por los subsidios pero terminan siendo descartados.
Si bien la Organización Mundial del Comercio ha dicho que esas distorsiones no son significativas la forma de mensurarlas es polémica, por ejemplo, no se evalúa la incidencia en el precio de los alimentos en terceros mercados.
El presidente francés Emmanuel Macron fue de los primeros en aclarar que el acuerdo estaba en una etapa más primaria que concluyente tratando de calmar el enojo del poderoso sector agropecuario francés, uno de los mayores beneficiarios de la PAC y de los más firmes opositores al acuerdo de libre comercio con el Mercosur. El año pasado se presentó el plan de la PAC para el 2021-2027 ratificando su vigencia, veremos si este nuevo acuerdo firmado reconfigura ese plan estratégico. Recordemos que así como el Mercosur se comprometió a eliminar progresivamente aranceles a las importaciones industriales, Europa se comprometió a lo mismo en el sector de alimentos.
En definitiva, el acuerdo de libre comercio entre Europa y el Mercosur todavía deberá atravesar intensas negociaciones. Lo hará en el marco de un parlamento europeo con fuerte presencia de los nuevos partidos nacionalistas y populistas y obligará a la Unión Europea a rediscutir la que tal vez sea su política común más importante. No se puede negar que haya habido avances, pero para ser serios todavía quedará un larguísimo camino por delante.
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