Estados Unidos se retiró del acuerdo que mantenía desactivado temporalmente el conflicto con Irán (recordemos que el objetivo del tratado era asegurar la no proliferación de armas nucleares por parte de Irán para proteger a Israel). Esta decisión podría considerarse una entre varios giros posibles –y predecibles- de la política norteamericana si no hubiera sido tomado de manera tan imprevista y unilateral, al menos ante los ojos de sus aliados europeos. Esa es al menos la lectura de los analistas europeos. Le Monde salió a cruzar a la administración Trump con el siguiente titular: “Una decisión absurda, con efectos desestabilizadores”. The Guardian y otros periódicos europeos se cansaron de ilustrar la decisión del republicano con la frase “for no reason”. Pero ¿es que no había razones para la decisión de Trump? Veamos.
La primera de esas razones la podemos encontrar en el estilo que Trump quiso imprimir desde un principio en la política de su país: America First. The New York times reconoce que este era el escenario internacional que cabía esperar si Trump cumplía con sus promesas a rajatabla: sólo que Trump, tal vez ya liberado de sus consejeros más prudentes, parece jugarse por su estilo con la seguridad de que el ala dura de la política en Washington va a aprobar su decisión. Hay al menos dos razones inmediatas para esta supuesta decisión “for no reason”: la primera es la geopolítica de Israel, el aliado más firme que tiene la América de Trump -aún más que el Reino Unidos-. Trump ya se había comprometido ante el AIPAC (American Israelí Public Affairs Comité) para apoyar a Israel ante las potencias regionales que amenazaran ese bastión de los valores occidentales en Medio Oriente. Irán, como sabemos, es la principal amenaza que tienen los israelíes.
La segunda cuestión a tener en cuenta es la relación conflictiva de Donald Trump con el legado de Obama. El pacto, firmado en la anterior administración, no va a tono con la actual política de los republicanos para la zona.
Trump ya se había comprometido ante el AIPAC (American Israelí Public Affairs Comité) para apoyar a Israel ante las potencias regionales que amenazaran ese bastión de Occidente en Oriente Medio. Irán, como sabemos, es la principal amenaza que tienen los israelíes.
Las consecuencias posibles de esta ruptura con los iraníes –cuya ala dura ya volvió a su costumbre de quemar banderas estadounidenses- son más preocupantes en el eje Atlántico que en Medio Oriente. En efecto, Estados Unidos tensa hoy más que nunca la relación con el bloque de la UE, que ante este tema parece más preocupada por no entorpecer la estabilidad de las transacciones comerciales a nivel global que por reafirmar la hegemonía occidental frente a las últimas jugadas geoestratégicas de Vladimir Putin en la zona. No olvidemos que los alemanes, aliados de Obama en la redacción del acuerdo con Irán, preferían conservar la matriz energética iraní y desentenderse del dilema estratégico que eso implicaba para los israelíes. Aquí es donde el giro de Trump constituye una reafirmación del lazo con los israelíes, a costa de una posible colisión con los intereses germanos para la zona.
También es predecible que Estados Unidos no encuentre razones para “quedar bien” con las naciones árabes, que ya miran con desconfianza el reconocimiento que Washington le ha concedido a Jerusalén como capital de Israel, confirmando que la única política firme de los norteamericanos en la zona tiene que ver con reafirmar ese bastión occidental. En ese sentido Trump confirma que no se deja encorsetar por la vieja imagen de Estados Unidos como un gendarme al servicio del equilibrio global, y apuesta de lleno a cumplir su promesa de priorizar casi exclusivamente los intereses de su nación.
Los europeos ya salieron a apagar un posible incendio que posiblemente afecte a las empresas europeas que hacen negocios con Teherán, ahora expuestas a las más que probables sanciones por parte de Washington: Francia dijo que haría todo lo posible por proteger los intereses de sus firmas nacionales, aunque sabemos que no será fácil evitar que toda transacción quede expuesta a entrar en colisión con los intereses políticos y estratégicos de Estados Unidos en la zona. Cabe recordar que Emmanuel Macron, actor principal en éste y los próximos capítulos sobre la ruptura del acuerdo con Irán, es un pragmático en sus posiciones: Macron es al neoliberalismo global lo que Trump a las políticas neoproteccionistas. Su interés principal es seguir apuntalando el devenir del proceso globalizador junto a sus socios de la Europa continental sin mayores contratiempos, pero… sin entrar en conflicto con la gran superpotencia occidental frente a la cual la poca gravitación geopolítica del bloque europeo quedaría fácilmente en evidencia ante potencias como Rusia y China.
Macron es al neoliberalismo global lo que Trump a las políticas neoproteccionistas.
Nuevo rompecabezas para armar en Medio Oriente: Trumpismo de manual.
La jugada es arriesgada porque los intereses son numerosos, complejísimos y contradictorios en ese volátil polvorín que es el Medio Oriente de las últimas cinco o seis décadas. El viejo magnate parece dispuesto a enarbolar su lema de campaña, contra todos los pronósticos y contrario a todos los consejos, y parece dispuesto a morir con las botas puestas.
¿Logrará enfrentar con éxito todas las tormentas que se vienen, en numerosos frentes, incluidas las “Stormy”, que ya le ha exigido al presidente, al menos en la ficción de Saturday Night Live, que presente su renuncia o se atenga a las consecuencias?
Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.
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