En estos últimos meses y a raíz de la prohibición de China de esta actividad se está viendo una importante consolidación de la criptominería en Texas en lo que parece ser una poderosa industria naciente. Rockdale es el nombre de uno de los pueblos texanos, otrora plazas de acero, que han encontrado una forma de reinventarse a través de la minería de criptomonedas. El estado de Texas es uno de los más grandes y poderosos de Estados Unidos y una de sus actividades más fuertes y rentables ha sido históricamente la energía. En los últimos años fueron capaces de realizar la revolución del Shale Gas y el Shale Oil que transformó a Estados Unidos y consiguió en pocos años que un país que importaba energía se transformara en uno de los grandes exportadores a nivel mundial.
La minería de criptomonedas funciona básicamente con computadoras que compiten y resuelven complejas ecuaciones matemáticas y reciben una recompensa por ello. Cada uno de los bloques se sella con un mecanismo de Proof of Work – o prueba de trabajo – que resuelve un problema matemático y por ese trabajo la máquina que lo resuelve primero obtiene una recompensa. Este mecanismo ha sido muy criticado por su alto consumo de energía y porque no es eficiente – se consume mucha energía en la competencia y aquellos que no ganan en el fondo desperdician esa capacidad de cómputo. La criptominería en este contexto es una actividad muy rentable si se cuenta con energía barata. Esto último es lo que puede ofrecer Texas, con una ventaja adicional, la criptominería puede detener su actividad o aprovechar momentos de energía disponible y que en otros contextos podría perderse. De hecho Ucrania está haciendo lo propio para aprovechar toda su energía nuclear.
De todas maneras se espera el año próximo un cambio significativo en el funcionamiento de varias de las criptomonedas y la criptominería. Muchas ya funcionan con otro algoritmo pero probablemente Ethereum – y algunos creen que también Bitcoin – harán un cambio por el mecanismo de Proof of Stake. Este mecanismo – que ya usan algunas cripto como Algorand – consiste en que los que tienen la mayor cantidad de monedas o mayor participación en el ecosistema (Proof of Stake se traduce como Prueba de Participación) sean quiénes validen las transferencias haciendo mucho más eficiente y sustentable el sistema. Ethereum 2.0 sin embargo todavía no está del todo listo y se esperan varias mejores en términos de seguridad para poder hacerla operativa. De todas maneras la explosión de blockchain como tecnología requerirá de mucha capacidad de cómputo y a esto es a lo que apuestan muchos de los nuevos criptomineros texanos.
La criptominería en este contexto es una actividad muy rentable si se cuenta con energía barata. Esto último es lo que puede ofrecer Texas, con una ventaja adicional, la criptominería puede detener su actividad o aprovechar momentos de energía disponible y que en otros contextos podría perderse.
El Senador Ted Cruz es uno de los impulsores de este tema junto con el actual gobernador y la legislatura que ha aprobado un proyecto para legalizarlas comercialmente e impulsar la criptominería en Texas. Este estado es profundamente republicano y podría presionar sobre la mirada negativa que tiene Donald Trump del tema. Los texanos no están solos en esta cruzada, también otros estados han sancionado regulaciones a favor de las criptomonedas y la ciudad de Miami se define a sí misma como un hub de innovación de bitcoin. Nadie sabe cuando pero se esperan novedades pronto por parte de los reguladores norteamericanos y hay quiénes creen que podrían aprobar el uso de criptomonedas como un activo no monetario en breve, lo que podría disparar el precio mundial de estos bienes. Sin dudas el año próximo será un año bisagra en toda esta tecnología.
Es músico y escritor. Se me ha perdido una canción (2011), Mis canciones (2014) y Seré canción entonces… (2018) son sus tres discos. Ha publicado también la novela Una tumba sin nombre (2012) y el ensayo Renta Básica Universal: Por qué y cómo terminar para siempre con la pobreza. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad Austral, Argentina), Master en Acción Política y Participación Ciudadana (Universidad del Rey Juan Carlos, España) y Diplomado en Gestión Pública (Instituto Tecnológico de Monterrey, México). Es fundador, director y editor de la Revista Algoritmo.
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