Ya no se puede negar la revolución que Holanda está llevando adelante en la producción de alimentos. Con un terreno de apenas 33.894 km2 y con 2 tercios de su territorio bajo el nivel del mar, ya supera a países con enormes extensiones como Argentina, Rusia o Brasil y se ha transformado en el segundo exportador mundial de alimentos – detrás de Estados Unidos – especializándose cada vez más en alimentos orgánicos. ¿Cuáles son las razones de este éxito tan contundente? Son varias.
Algunos números interesantes: las exportaciones del sector agroganadero generaron unos 28.300 millones de superávit (exportan 80.700 millones de euros e importan unos 52.400 millones). Los productos relacionados con la agricultura y la ganadería suponen ya un 18,8% de las exportaciones totales. La mayor parte de estas exportaciones son: vegetables, carne, flores y plantas vivas (son el vivero del mundo, con más de dos tercios del mercado mundial) y productos lácteos. Por otro lado también son importantes ciertas exportaciones industriales ligadas a la producción agropecuaria, por ejemplo la exportación de robots para la extracción de leche de vaca.
Con un terreno de apenas 33.894 km2 y con 2 tercios de su territorio bajo el nivel del mar, ya supera a países con enormes extensiones como Argentina, Rusia o Brasil y se ha transformado en el segundo exportador mundial de alimentos – detrás de Estados Unidos – especializándose cada vez más en alimentos orgánicos.
Lo increíble de esta revolución es que consiguió aumentar su productividad bajando la cantidad de terreno destinado a la agricultura un 4 % en los últimos quince años, lo hizo además mejorando el uso del agua (reutilizándola incluso), y utilizando energías renovables (incluso produciendo energía de más para la red eléctrica en algunos casos).
Una de las claves es sin dudas su cambio de mirada respecto a lo que significa la producción de alimentos y la idea de desarrollar la industrialización de las materias primas. No sólo en la producción de queso, (en lugar de exportar sólo leche) sino también en el reshipping, lo que consiste en importar determinados productos e industrializarlos como en el caso de las frutas tropicales que, evidentemente, Holanda no produce pero cuyas productos exporta. Su enorme red logística y de infraestructura, sumado a su larga tradición exportadora (El puerto de Rotterdam es uno de los más importantes del mundo) son elementos de competitividad envidiables aunque a pesar de esto el 80 por ciento de sus ventas son dentro de la Comunidad Económica Europea.
Las exportaciones del sector agroganadero generaron unos 28.300 millones de superávit (exportan 80.700 millones de euros e importan unos 52.400 millones). Los productos relacionados con la agricultura y la ganadería suponen ya un 18,8% de las exportaciones totales. La mayor parte de estas exportaciones son: vegetables, carne, flores y plantas vivas (son el vivero del mundo, con más de dos tercios del mercado mundial) y productos lácteos.
Sin embargo, más allá de todo lo que dijimos la principal razón por la cuál Holanda se ha transformado en la potencia mundial agroalimentaria que es ha sido la tecnificación, robotización y el aumento extraordinario de productividad que la misma cantidad de horas hombres y recursos físicos ha experimentado en los últimos años. Granjas verticales y riego computarizado, reutilización de agua y producción de energía a través de los gases de los feedlots, utilización de robots para la recogida de frutas y de iluminación nocturna son algunas de las cosas que han permitido este milagro de productividad que podría cambiar la capacidad de producir alimentos a nivel mundial y resolver uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos: la falta de comida.
Es músico y escritor. Se me ha perdido una canción (2011), Mis canciones (2014) y Seré canción entonces… (2018) son sus tres discos. Ha publicado también la novela Una tumba sin nombre (2012) y el ensayo Renta Básica Universal: Por qué y cómo terminar para siempre con la pobreza. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad Austral, Argentina), Master en Acción Política y Participación Ciudadana (Universidad del Rey Juan Carlos, España) y Diplomado en Gestión Pública (Instituto Tecnológico de Monterrey, México). Es fundador, director y editor de la Revista Algoritmo.
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