Irlanda acaba de aprobar de forma permanente un ingreso básico universal para artistas, músicos y trabajadores creativos, un programa que marca un antes y un después en la forma en que los Estados entienden el trabajo cultural. La medida, que había comenzado como un plan piloto en 2022, se consolidó tras demostrar resultados positivos en bienestar, productividad y sostenibilidad del sector artístico.
El programa otorga a 2.000 artistas seleccionados un ingreso mensual fijo de 325 euros, independientemente de su nivel de ingresos, con el objetivo de garantizar estabilidad económica y libertad creativa. Los beneficiarios incluyen músicos, escritores, pintores, cineastas, actores y otros trabajadores del ámbito cultural que suelen enfrentar condiciones laborales precarias y discontinuas.
Una política cultural innovadora
El plan fue impulsado por el Departamento de Turismo, Cultura, Artes, Gaeltacht, Deporte y Medios del gobierno irlandés y se inspira en el concepto de “Basic Income for the Arts” (BIA). Según los informes oficiales, el programa logró mejorar significativamente el bienestar mental, la salud emocional y la capacidad de planificación a largo plazo de los artistas, que pasaron de vivir al día a poder proyectar obras y colaboraciones sostenidas.
Además, el ingreso básico permitió aumentar la producción cultural: los artistas dedicaron más horas a sus proyectos, participaron en más exposiciones, publicaron más obras y expandieron sus redes profesionales. El impacto económico indirecto también fue notorio, al dinamizar industrias conexas como la editorial, la musical y la audiovisual.
El debate global sobre el ingreso básico universal
Aunque el caso irlandés se centra en el sector artístico, su éxito reactiva el debate global sobre el ingreso básico universal para artistas. Durante la pandemia, muchos países exploraron programas similares para trabajadores informales o autónomos, pero Irlanda fue más allá: eligió sostener la cultura como un bien público, no solo como una industria.
Críticos del modelo advierten que podría ser difícil de sostener fiscalmente si se ampliara a toda la población. Sin embargo, sus defensores argumentan que el gasto es mínimo comparado con los beneficios sociales y culturales, y que el arte tiene un valor estratégico en la identidad y la cohesión de una nación.
Un modelo inspirador para América Latina
El experimento irlandés puede servir de referente para países de América Latina, donde los artistas también enfrentan inestabilidad, informalidad y falta de políticas de protección social. La posibilidad de un ingreso básico para el sector cultural permitiría fortalecer la creación, democratizar el acceso a la cultura y reducir la dependencia del mecenazgo o la precariedad laboral.
En un mundo atravesado por la automatización, la IA y la crisis del empleo tradicional, Irlanda propone un camino diferente: valorar el tiempo humano dedicado a la imaginación, la expresión y la belleza. El arte, dice este modelo, no es un lujo: es una necesidad social.
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