En Italia se indignaron ante la información de que la empresa estadounidense Amazon había patentado una pulsera que podría utilizarse, entre otras cosas, para «supervisar la realización de las tareas asignadas». ¿Una pulsera que vigila a sus empleados? Se pregunta el jefe de gobierno, Paolo Gentiloni, que equiparó las pulseras con grilletes al sugerir que para Amazon los trabajadores son esclavos.
La empresa salió a desmentir estas acusaciones: para ellos el dispositivo tiene, como principal función, guiar al empleado y ayudarlo a realizar el inventario y preparar los pedidos a semejanza de los escáneres manuales, ya comunes para este tipo de trabajo. La novedad es que ahora no tendrán que tener los ojos fijos en las pantallas y podrán tener las manos libres. El problema es que Amazon, cuyo servicio principal es la velocidad de entrega a sus clientes, no se ha ganado una buena reputación entre sus empleados, y la fama, como sabemos, después no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana.
¿Una pulsera que vigila a sus empleados? Se pregunta el jefe de gobierno, Paolo Gentiloni, que equiparó las pulseras con grilletes al sugerir que para Amazon los trabajadores son esclavos.
Este no es más que uno de los innumerables dilemas que plantea el desafío de las tecnologías disruptivas en los próximos años. Sabemos que la tecnología está barriendo con todos los trabajos que requieren una sucesión de operaciones monótonas: allí las máquinas funcionan ya mucho mejor que los humanos. El dilema mayor se plantea con la nueva generación de dispositivos, que ya utilizan algo similar a la capacidad cognitiva humana, y están preparados para tomar decisiones. Es aquí donde vienen las preguntas: ¿qué tipo de trabajos no estarían al alcance de las máquinas, teniendo en cuenta la velocidad exponencial con la que progresa el campo de la Inteligencia Artificial? Dicho de otro modo: ¿qué puesto de trabajo no está amenazado, desde esta perspectiva, para quienes comenzamos a atravesar estos próximos 50 años de fenomenales –e inevitables- transformaciones?
Los interrogantes llegan también en el terreno laboral: ¿cómo plantear los reclamos sindicales en este contexto de trabajos obsoletos que empiezan a desaparecer, otros que aún siguen vigentes pero sólo a mediano plazo y nuevos trabajos que tal vez estén condenados a una vida efímera? El brillante sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman ya había trazado un panorama de los cambios en el trabajo en su obra Trabajo, consumismo y nuevos pobres (2000), donde ya planteaba estos dilemas para la era post industrial, que plantean la necesidad de un orden nuevo, tanto para empleadores como para empleados.
El viejo liberalismo del siglo XX ya había sugerido a muchos pensadores que para las empresas era más fácil pagar a la sociedad una indemnización a quienes quedan al margen de los cambios, que continuar haciéndose cargo de algo para lo cual la empresa –cuyo objetivo es maximizar la productividad y minimizar los costos- no ha sido creada. Bauman reconocía –ya 18 años atrás- que no había una solución sencilla para estos problemas, y mencionaba la posibilidad, cada vez más en boga, de reflotar la vieja idea de la Asignación o Renta Básica Universal, una iniciativa con no pocos interrogantes pero que de alguna manera podría suavizar el viaje de la humanidad, en este tiempo de cambios incesantes, hacia un nuevo orden social mediado ya completamente por las nuevas tecnologías.
El viejo liberalismo del siglo XX ya había sugerido a muchos pensadores que para las empresas era más fácil pagar a la sociedad una indemnización a quienes quedan al margen de los cambios, que continuar haciéndose cargo de algo para lo cual la empresa –cuyo objetivo es maximizar la productividad y minimizar los costos- no ha sido creada.
Como vemos, estamos ante un campo minado, en el que cualquier idea puede sonar aventurada y la consecuencia de cada cambio nos obliga a reformular todos nuestros supuestos y expectativas anteriores.
Sobre esta renta básica se ha hablado mucho y queda mucho por discutir, pero lo dejamos para la próxima.
Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.
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