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¿Otro triunfo de Trump en la OTAN?

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Entre amigos, como sabemos, hay que pagar por una comida “a escote”, como dicen los españoles: cada uno pone su parte, y en partes iguales. Pero nada mejor que la expresión que ha circulado en nuestro país, cuando entre amigos se tiene que hacer una vaquita a la hora de pagar la pizza y la cerveza: “a la americana”.

Así lo entendió Trump en la reunión extraordinaria de la OTAN, quien con su habitual estilo tan político como incorrecto, obligó a sus peores enemigos –incluyendo los periodistas del New York Times- a reconocer que su “apriete” a los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) había sido un éxito.

El tirón de orejas todavía les debe doler a los líderes europeos, que alguna concesión, aún no determinada, tendrán que hacer para complacer a Washington, primus inter pares de una organización que muchos, inclusive los más afilados detractores de Trump, consideran que debe aggiornarse para satisfacer las necesidades de las democracias occidentales a las que debe proteger.

Ese fue precisamente el principal argumento que juega a favor de la administración republicana frente a sus aliados: Trump sugirió –aunque sin cargar las tintas en ello- que como defensor de los intereses americanos no dudaría en retirar a su país del bloque sin necesidad de consultarlo con el Congreso de su país, “creo que probablemente podría hacerlo, aunque no es necesario”. Tenemos mucho para criticarle al heterodoxo presidente estadounidense, excepto su claridad en los objetivos que construyeron su campaña electoral en 2016.

Trump obligó a sus peores enemigos –incluyendo los periodistas del New York Times- a reconocer que su “apriete” a los aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte había sido un éxito.

Calificar de “delincuentes” a los principales líderes europeos no parece, en principio, un gesto diplomático muy deseable, pero a Trump no le faltan razones, porque las matemáticas no mienten: los aliados no llegan a aportar ni el 2 por ciento del Producto Bruto al que se han comprometido y, teniendo en cuenta el porcentaje de aportes de Estados Unidos en la organización, superior al 5 por ciento, no parece descabellado que se exija a todos los miembros del bloque un gasto de al menos un 4 por ciento.

Por el momento no se ha confirmado lo que Trump califica de exitoso, al menos en las expresiones de otros líderes como Emmanuel Macron, más preocupado hoy por la guerra que librará su país el próximo domingo frente a esa misma Croacia que batió 0-3 a la Argentina días atrás, o Angela Merkel, que más allá del cortocircuito con Washington por su juego a dos puntas con Rusia –pide protección y línea dura contra Putin, pero depende energéticamente de Moscú- no dudó en reunirse con Trump para la foto, y sólo se limitó a defender la independencia de Berlín para decidir según su propia estrategia.

Los aliados no llegan a aportar ni el 2 por ciento del Producto Bruto al que se han comprometido y, teniendo en cuenta el porcentaje de aportes de Estados Unidos en la organización, superior al 5 por ciento, no parece descabellado que se exija a todos los miembros del bloque un gasto de al menos un 4 por ciento.

Como sea, todo indica que Trump está torciéndoles el brazo, porque hay un unánime reconocimiento de que los argumentos norteamericanos son justos. Para muestra sobra un botón: lo que dijo el Secretario General de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg: «Me centraría en lo que hemos acordado, que es el 2% del PIB para el gasto militar, comencemos con esto», quien agregó: «Es cierto que hay discusiones y desacuerdos, pero lo que importa es la sustancia, estamos dando resultados».

¿Vencedor «NATO»? Aún no lo sabemos. Lo cierto es que el estilo desenvuelto de Trump, a casi dos años de asumir en su país, todavía sigue desconcertando a sus aliados militares, como si se tratara de un fuego amigo para el cual no han encontrado respuesta. Siempre hay preguntas para hacerse: ¿es buena esa sinceridad brutal del republicano para la diplomacia internacional?

Y algo aún más importante: ¿es bueno para el mundo que se cumpla el célebre lema “America First”?

La historia no ofrece respuestas taxativas: es como el fútbol. Los análisis siempre se hacen después, y para eso todos nos sentimos expertos. Por el momento hay algo que ya sabemos –y es bueno que lo tengan en cuenta el presidente electo de México Andrés Manuel López Obrador cuando llegue la hora de compartir una cena con su par estadounidense-: los gastos, desde ahora, se pagan “a la americana”.

 

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Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.

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Fernando León
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Etiquetas: , , , , Last modified: 29 noviembre, 2018
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