Web3 es una de las palabras que más se utilizan recientemente en la discusión acerca del futuro de internet para nominar una evolución superior a la Web 2.0. Para hacer una breve historia la Web 1.0 era aquella en la que los navegantes sólo podían interactuar «leyendo» contenidos de forma pasiva. A partir de la Web 2.0. se desarrollaron aplicaciones que permiten a los usuarios crear información e interactuar con los contenidos en tiempo real, esto dió lugar por ejemplo a las redes sociales. La Web3 se propone descentralizar los nodos y permitir que la gobernanza de las aplicaciones sea colectiva.
La idea no está exenta de críticos. Hace algunos días el mismo Elon Musk se rió de la idea considerándola ciencia ficción o algo que no existirá en la realidad al menos por los próximos años. Jack Dorsey, fundador de Twitter ha afirmado que los principales inversores en la Web3 son los mismos fondos de inversión de la Web 2.0. por lo que no habría cambios significativos en la gobernanza global, al contrario la simulación de una «descentralización» podría darles una ilusión de transparencia que no es tal.
Lo cierto es que hoy Internet funciona con aplicaciones centralizadas – usualmente administradas por grandes corporaciones – que deciden su gobernanza y centralizan los datos – con los que luego construyen nuevos servicios o monetizan los que tienen – con un control más bien vago cuya legitimidad es difusa. ¿Qué podría permitir Web3? Imaginemos un lugar en el que los datos son de cada uno de las personas, que ellos deciden dónde hacerlos interactuar, cuya gobernanza de esos datos es democrático. Parece una utopía, pero blockchain podría permitirnos ir hacia ese lugar. Es probable que como dice Elon Musk todavía quede un largo camino por recorrer, pero también es probable que el año próximo ese camino empiece a dar sus primeros pasos.
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