Emiratos Árabes Unidos acaba de hacer historia: se convirtió en el primer país del mundo en pensar la IA como servicio público y en ofrecer acceso gratuito a ChatGPT Plus, la versión más avanzada del modelo de inteligencia artificial de OpenAI, como un servicio público universal. La medida, fruto de una alianza estratégica con Microsoft, permite que cada ciudadano y residente pueda utilizar esta herramienta sin costo, marcando un hito en la relación entre Estado, tecnología y ciudadanía.
Pero la decisión emiratí no debería verse solo como una curiosidad tecnológica. Más bien, es una invitación a repensar el acceso a la inteligencia artificial (IA) en términos de derechos, equidad y soberanía digital.
IA como servicio público y derecho: una nueva frontera del bienestar social
En pleno siglo XXI, el acceso a herramientas digitales avanzadas se ha vuelto tan esencial como la electricidad, el agua potable o la conectividad. Modelos como ChatGPT, Gemini o Claude no son meros juguetes tecnológicos: son asistentes cognitivos, capaces de brindar apoyo en la educación, la salud, el trabajo, la justicia y la participación ciudadana.
Si estos recursos permanecen sólo en manos privadas y sólo bajo esquemas pagos, se corre el riesgo de ampliar la brecha cognitiva y económica entre quienes pueden pagar una suscripción mensual y quienes no. Convertir la inteligencia artificial en un servicio público es una forma concreta de democratizar el acceso al conocimiento y distribuir de manera más equitativa los beneficios de esta revolución tecnológica.
¿Quién controla la IA? Soberanía, datos y regulación
El ejemplo de Emiratos Árabes Unidos, al ofrecer ChatGPT Plus a través de un acuerdo con OpenAI y Microsoft, también plantea interrogantes geopolíticos. ¿Puede una nación garantizar soberanía digital si depende de proveedores externos? ¿Qué datos se recolectan? ¿Cómo se protege la privacidad de millones de usuarios?
Pensar la IA como servicio público no implica necesariamente estatizarla, pero sí exige regulación, transparencia y marcos éticos claros. Ya sea mediante licencias abiertas, alianzas público-privadas o desarrollo de modelos nacionales, lo importante es que el acceso a estas herramientas no quede restringido por criterios puramente comerciales.
Un desafío y una oportunidad para América Latina
América Latina enfrenta una decisión clave: ¿será solo usuaria pasiva de inteligencia artificial o construirá su propio modelo de acceso inclusivo y soberano? Instituciones educativas, centros de salud, oficinas públicas y pymes podrían beneficiarse enormemente de contar con herramientas de IA adaptadas al idioma, la cultura y las necesidades regionales.
Programas estatales que garanticen IA gratuita en escuelas, hospitales o servicios públicos serían un paso transformador. Pero para lograrlo, se requiere voluntad política, inversión estratégica y visión a largo plazo.
Conclusión: el futuro no se paga por mes
Así como alguna vez se pensó que la educación debía dejar de ser privilegio para volverse derecho, la inteligencia artificial debe dejar de ser lujo y convertirse en bien común. La experiencia de Emiratos es solo el comienzo: el verdadero desafío es garantizar que todos, sin importar su nivel de ingresos, puedan acceder a los beneficios de la IA.
La pregunta ya no es tecnológica, sino profundamente política:
¿Vamos a dejar el futuro en manos del mercado o lo vamos a construir entre todos? ¿O mejor dicho, para pensarlo mejor los datos con los que se construyen los modelos de lenguaje son privados o son de todos los seres humanos?
Es músico y escritor. Se me ha perdido una canción (2011), Mis canciones (2014) y Seré canción entonces… (2018) son sus tres discos. Ha publicado también la novela Una tumba sin nombre (2012) y el ensayo Renta Básica Universal: Por qué y cómo terminar para siempre con la pobreza. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad Austral, Argentina), Master en Acción Política y Participación Ciudadana (Universidad del Rey Juan Carlos, España) y Diplomado en Gestión Pública (Instituto Tecnológico de Monterrey, México). Es fundador, director y editor de la Revista Algoritmo.
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