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China juega fuerte y tiene un plan a largo plazo

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Los que pronosticaban el ascenso irremediable de China como primera potencia económica mundial para la segunda mitad del siglo XXI lo hacían en función de indicadores muy claros de crecimiento, que son más fidedignos si éste se produce de década en década y no de año en año.

En efecto, China creció ininterrumpidamente, y casi sin altibajos, en los últimos treinta años. Lo que esos profetas no tenían en cuenta, en esa medición, era que los mismos chinos, conscientes de esa posibilidad, empujaran al unísono para avanzar aún a mayor velocidad. Y mucho menos se creyó que el viejo partido tuviera entre sus filas a un líder de la dimensión –y de la ambición- de Xi Jinping, que está decidido a ser recordado no sólo como el presidente que abrió las puertas del mercado mundial a China (o las de China al mercado mundial, según como se mire), sino como aquel que transforme a su milenario país, por primera vez en la historia, en la nación más próspera del planeta.

El plan se podía olfatear en los últimos años: China estaba más atenta que nunca a los sucesos del Foro Económico Mundial, del que fue protagonista en las últimas ediciones, había manejado muy bien la anexión de Hong Kong en 1997 y fue una firme defensora del libre comercio. Pero Xi Jinping ya empezó a demostrar que no hay nada librado al azar, y ya comenzó a develar los detalles de su ambicioso. En diálogo exclusivo con la BBC Mundo, el experto Ning Wang, investigador del Instituto Ronald Coase y uno de los autores del libro «Cómo China se Volvió Capitalista», dice que el plan «Made in China 2025», pergeñado por Xi Jinping, es «deseable y beneficioso para China y el resto de los países».

Xi Jinping está decidido a ser recordado no sólo como el presidente que abrió las puertas del mercado mundial a China (o las de China al mercado mundial, según como se mire), sino como aquel que transforme a su milenario país, por primera vez en la historia, en la nación más próspera del planeta.

El arma tiene doble filo, porque si bien es cierto que China es aliado económico de Estados Unidos, lo cual transforma cualquier progreso de uno de esos países en proporcional con respecto a la economía del otro, no debemos olvidar que la batalla en el campo de las estrategias por el poder político y militar, más allá de los lazos comerciales, se sigue jugando todos los días y es a largo plazo.

¿Qué hay de cierto en el plan Made in China? Mucho. Casi todo, podríamos decir. Xi Jinping quiere que la marca de su país ya no pueda asociarse con productos baratos para las góndolas de los supermercados y comience a asociarse con productos de avanzada y con mucho valor agregado (trenes bala, automóviles inteligentes, robots, satélites y hasta aviones hipersónicos).

El otro proyecto, calificado como “aterrador” por nada menos que el secretario de comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, es el de transformar al país en el principal líder tecnológico mundial. Aquí es donde regresa a nosotros el viejo Maquiavelo, para recordarnos que el juego del poder no elude ninguna jurisdicción: los chinos también están abriéndose camino en la apuesta tecnológica –redes inteligentes, big data, inteligencia artificial, robótica, biotecnología, etc.- mediante un juego político que no excluye la presión a las empresas extranjeras para que transfieran su tecnología ya sea de manera directa o indirecta. Aquí es donde Estados Unidos lleva claramente la delantera y tiene aún mucho margen de maniobra.

Xi Jinping quiere que la marca de su país ya no pueda asociarse con productos baratos para las góndolas de los supermercados y comience a asociarse con productos de avanzada y con mucho valor agregado (trenes bala, automóviles inteligentes, robots, satélites y hasta aviones hipersónicos).

En síntesis, y conscientes de este último aspecto relacionado con la geopolítica, la pregunta no es si habrá tensiones entre China y Estados Unidos, sino cuándo va a ocurrir esto y con qué intensidad. De esa pregunta, además, se desprenden miles: ¿Cómo conservar la competitividad ante un mercado chino con tan bajo costo laboral? ¿Cómo hacer frente a los subsidios estatales, que distorsionan el sistema de libre comercio cada vez más interdependiente? ¿Cómo aprovechar la “ventaja histórica” de Occidente para evitar que el avance chino en materia de innovación no sea una amenaza para el resto de los actores a escala global?

La respuesta a estas preguntas va a marcar el rumbo de los próximos años y será determinante para saber si, a largo o mediano plazo, tendremos que aprender a insultar en mandarín para diversificar un poco nuestros insultos en inglés, proferidos por nuestras rezagadas economías emergentes en los últimos años frente al dinamismo de quienes hoy nos llevan la delantera.

 

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Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.

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Fernando León
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Etiquetas: , , , , , Last modified: 29 noviembre, 2018
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