Es tristemente cierto, pero sólo los medios se ocupan de tratar temas de salud cuando esta se encuentra jaqueada por un hecho excepcional. Pandemia mediante, abordaron en portadas de diarios y revistas, y horas y más horas de aire, la problemática crucial y estructural de un sistema de salud atomizado y desigual que, sin un Ministerio que lo nuclee y trace un rumbo, sobrevive como puede. Sin embargo, el momento fugaz de la pandemia acabó y no hay nada, en el horizonte que indique algún cambio de fondo en la agenda política siempre urgida por otros temas.
En ese rompecabezas complejo de ensamblar, donde los gobiernos provinciales (con sus ministerios), e incluso la Ciudad de Buenos Aires tienen autonomía en materia de gestión de salud, trazar una política sanitaria se vuelve una torre de Babel. Zambullirse a desentrañar un ovillo con tantas implicancias, por supuesto, no trae más rating ni más lectores. Ni tampoco el tema no figura entre las prioridades de la sociedad –ni siquiera en tiempos de pandemia fue el tema que más preocupaba a los argentinos, y en el último debate televisivo de los candidatos presidenciales estuvo ausente de las propuestas de todo el abanico político-. Por eso, es tan bienvenido cuando un autor que sabe del tema, encara de frente una asignatura pendiente que resuena como una herida abierta e histórica.
Santiago Quintana es sociólogo, docente universitario. Fue director general de regionalización en IOMA y actualmente está a cargo como director de análisis y gestión técnica operativa de la Dirección de Ayuda Social del Congreso de la Nación. Su reciente libro “Código postal. Dime dónde naciste y te diré qué salud tienes”” es una hoja de ruta vital para entender una problemática que debería ser prioridad indiscutible a la hora de tratar cualquier proyecto de gobierno y no lo es.
Documentado en decenas de estudios y investigaciones de campo, Quintana se ocupa de narrar con lujo de detalles la inequidad sanitaria en la propia Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una región donde, advierte el autor, sus vecinos reciben la atención sanitaria de acuerdo al código postal que portan.
“Los estudios y los relevamientos que forman parte de esta investigación confirman aquello que a los ojos resulta casi obvio: en Argentina el acceso a la salud todavía depende del lugar de residencia”, afirma categórico Quintana.
El escenario argentino es, en apariencia, favorable y atípico dentro de la región con un sistema de salud pública que, a diferencia de otros países, se encarga de cubrir a toda la población. Esto incluye la responsabilidad de proveer equipamiento médico, contratar profesionales, brindar atención médica ambulatoria y de internación, impulsar campañas de vacunación, entregar medicamentos en forma gratuita. Sin embargo, esta teoría se derrumba cuando uno se sumerge en la deteriorada realidad de cada provincia e incluso, como advierte Quintana en su libro, en cada distrito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “En CABA, la precarización del sueldo del personal, como también su poco descanso, la falta de mantenimiento edilicia, la carencia de instrumental y la subejecución del presupuesto, entre otras problemáticas, generan que el área privada, con sueldos superiores y mejor infraestructura, se quede con los profesionales mejor calificados”, dispara Quintana. “Si bien es cierto que la ciudad de Buenos Aires maneja recursos que en otras provincias son impensados, los informes indican que la cobertura de salud pública alcanzó sólo al 13,6% del total de la población de la Ciudad”.
¿Hay diferencias notorias dentro de CABA? Que las hay, las hay. Quintana apunta, como dato ilustrativo, los casos de tuberculosis. “En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires los casos de tuberculosis reportados se registraron en mayor medida en las comunas donde el Ingreso per cápita familiar era menor en promedio. Las comunas 7, 8, 9 y 4 son las que mayor cantidad de casos nuevos reportaron en el trienio 2016-2018. Se observa que una es la realidad de Capital al sur y otra muy distinta es en las comunas de zona norte”.
A una cantidad de estadísticas que grafican las inequidades internas dentro de la ciudad, Quintana suma otro dato general: mientras la mortalidad infantil en el país, entre el 2018 y 2019, aumentó a nivel país sólo el 4,5%, en CABA el aumento alcanzó el 21.7%.
¿Qué es lo que, en su libro, propone Quintana como parte de una solución estructural que libre de las inequidades, devuelva un poder central e impacte en una política pública sanitaria alineada y coherente? Él alienta la creación de un Sistema Nacional Integrado de Salud, un lineamiento clave y estructural que articule políticas bajo un mismo propósito inclusivo y nacional. Quintana enumera las ventajas: “El Sistema Nacional Integrado de Salud Argentino permite fijar objetivos científicos y tecnológicos a mediano plazo en base a las necesidades estratégicas del sistema de salud, lo que mejoraría el acceso a la salud del pueblo, reduciría la dependencia de la importación de tecnología médica y abriría posibilidades infinitas de desarrollo.
Considerando, además, a los medicamentos como parte de la tecnología más utilizada en el campo de la salud para abordar los problemas de salud, lo cual los convierte en bienes sociales, y no de consumo. El camino hacia la soberanía nacional en medicamentos y tecnologías sanitarias es largo y requiere de políticas de inversión en desarrollo tecnológico prolongadas en el tiempo que trascienden un periodo de gobierno de cuatro años”.
“En síntesis”, concluye el autor, “este sistema integrado parte de la necesidad de reducir la desigualdad existente y surge tras décadas de fragmentación y segmentación creciente del Sistema de Salud”.
Tal vez sea hora de que el tema del sistema sanitario argentino se aborde con la urgencia y seriedad que lo requiere. La salud no debería ser un lujo de pocos. Si no un derecho de todos.
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