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¿Estados Unidos crece y Europa se derrumba?

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Dime desde qué ángulo te cuentan la historia y te diré qué tan crítica es la situación de la economía mundial. Ésta podría ser una síntesis del momento que se vive, dividido en dos visiones contrapuestas. Por un lado, los globalistas, que no supieron resolver de manera cabal la peor crisis de la historia financiera mundial (con epicentro en los años 2008-2009) y condenaron a las clases trabajadoras de las grandes economías a pagar los platos rotos. Para ellos lo que se viene es peor, por las siguientes razones, esgrimidas por sus principales economistas: 1. La cantidad de bonos basura que circulan en la economía mundial. 2. La insostenible situación de la economía italiana, que podría gatillar una crisis en toda la Unión Europea, es decir, en el centro mismo de Occidente.  3. Las turbulencias que genera la guerra comercial entre las dos principales economías del mundo, la estadounidense y la china: no hay precedentes de semejante duelo en el sistema económico mundial. 

En el otro extremo, los optimistas a corto plazo: Estados Unidos parece estar llevando a cabo con éxito su apuesta por una economía integrada al mundo pero no “alineada” al poder financiero ni preocupada por volver a ocupar el viejo rol de locomotora del proceso globalizador. Hay un simple objetivo, más allá de los vaivenes a nivel planetario: America First. El principal indicador que avala este buen momento para la administración republicana es el extraordinario aumento de la productividad, que se acerca a un récord del 3 por ciento anual para este año. El recorte de impuestos, junto a otras medidas (mejora del sueldo para los operarios de baja categoría, aumento del empleo, crecimiento en las áreas de innovación, desregulación en los sectores de alta tecnología) que conformaban la gran apuesta electoral de Trump para “hacer grande a América nuevamente”, parece estar dando sus frutos. En estos números se centrará la campaña para las inminentes elecciones de medio término. Trump está venciendo allí donde más importa, creando un círculo virtuoso en ese gigantesco mercado interno que constituye un cuarto de la economía mundial.

Estados Unidos parece estar llevando a cabo con éxito su apuesta por una economía integrada al mundo pero no “alineada” al poder financiero ni preocupada por volver a ocupar el viejo rol de locomotora del proceso globalizador
En este análisis lamentablemente no hay conclusiones, sino una serie de signos de pregunta que reflejan la incertidumbre: efectivamente, unos Estados Unidos prósperos ya no garantizan, como hace unos años atrás, un mundo próspero. La globalización económica y política del mundo, irreversible y al mismo tiempo problemática, no va a desacelerarse y, con o sin crisis, seguirá su rumbo, marcado por la revolución tecnológica, que continuará acelerando su proceso viral. Pero probablemente no siga el camino que auguran los funcionarios europeos en  Bruselas. Si los euroescépticos encuentran un modo de canalizar sus votos –el foco de atención principal, en estos momentos, es Italia-, no estamos tan lejos de una crisis para todo el sistema de la Unión Europea. Esto transformaría al Reino Unido en la avanzada de un proceso irreversible: el tan temido efecto dominó que pronosticaban, años atrás, los enemigos del Brexit.
El recorte de impuestos, junto a otras medidas (mejora del sueldo para los operarios de baja categoría, aumento del empleo, crecimiento en las áreas de innovación, desregulación en los sectores de alta tecnología) que conformaban la gran apuesta electoral de Trump para “hacer grande a América nuevamente”, parece estar dando sus frutos.
En cualquier caso, Estados Unidos reafirma otra vez su condición de coloso entre colosos, y vuelve a ser, luego del reacomodamiento estratégico de la era Trump, el factor clave para el rumbo de las economías avanzadas en los próximos años. De todos modos la cautela, en estos casos es fundamental: si bien la prosperidad norteamericana arrastra sus beneficios al resto del mundo, no estamos del todo libres del contagio que pueden sufrir los mercados mundiales si se repite una crisis como la de una década atrás.

El optimismo es, sin dudas, un indicador de confianza nada despreciable, que despliega una cadena de efectos dinamizadores para el conjunto de la economía global, pero de ningún modo es una vacuna contra los males del porvenir. Italia está en la mira. Y con ella, el futuro de todo el bloque europeo.

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Fernando León es Abogado por la UBA, especialista en Asuntos Públicos en Latinoamérica, analista de política internacional y nuevas tecnologías. Becario del Programa International Visito Leadership Programme y Presidente de la Fundación Diplomacia Ciudadana.

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Fernando León
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Etiquetas: , , , , , Last modified: 28 enero, 2019
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