En lo que podría considerarse un triunfo histórico, esta semana el sindicato de los obreros metalúrgicos alemanes consiguió nuevos aumentos de sueldo de 4,3 por ciento anual, un pago único de 100 euros para los primeros meses, y otros pagos repartidos en 27 meses; y, lo más importante, la posibilidad para un sector de sus trabajadores, de elegir reducir la semana laboral a 28 horas. En una primera instancia este acuerdo regirá para un millón de trabajadores pero se espera que se extienda pronto a unos casi 3 millones de trabajadores.
Las principales empresas alemanas del sector: Daimler Chrysler, Airbus, BMW, Audi entre otras, venían experimentando en los últimos años un diez por ciento anual de aumento de sus ganancias y derramaban apenas entre un 2 o un 3 por ciento de aumento para sus empleados. Por eso los sindicatos comenzaron una campaña llamada «Mi vida, mi tiempo».
Sin duda la pelea no fue fácil, tuvo momentos de mucha tensión en dónde se suspendieron fábricas y meses de mesas de trabajo para analizar diferentes alternativas. Los especialistas afirman que no se veía una cantidad de huelgas tan grandes desde 1984 momento en el que los sindicatos alemanes consiguieron reducir la jornada laboral de 40 a 35 horas semanales. La huelga fue conducida por el sindicato IG Metall, el mayor del país que supo prácticamente duplicar su cantidad de afiliados en los últimos años.
Las principales empresas alemanas del sector: Daimler Chrysler, Airbus, BMW, Audi entre otras grandes empresas, venían experimentando en los últimos años un diez por ciento anual de aumento de sus ganancias y derramaban apenas entre un 2 y un 3 por ciento de aumento para sus empleados. Por eso los sindicatos comenzaron una campaña llamada «Mi vida, mi tiempo».
Vale la pena aclarar también que si bien es un avance importante tiene sus limitaciones explícitas. Por un lado, el acuerdo económico fue por debajo del 6 % que se buscaba y respecto de las jornada laboral de 28 horas la medida es temporal – dura como máximo dos años – y es para un sector muy específico de sus trabajadores. Incluso la patronal aceptó esta medida a cambio de la posibilidad de contratar otros trabajadores hasta para trabajar 40 horas semanales (lo que violaría la semana legal de 35 horas conquistada hace años). Sin embargo, lo importante es que representa el primer paso hacia la implantación de una jornada laboral de menos horas que permita, por un lado crear más empleo y por otro, que los aumentos de productividad que genera el uso de robots e inteligencia artificial sea usufructuado no sólo por la patronal sino también por los trabajadores.
La huelga fue conducida por el sindicato IG Metall, el mayor del país que supo prácticamente duplicar su cantidad de afiliados en los últimos años.
La historia de la jornada laboral de 8 horas diarias no ha tenido grandes modificaciones en su siglo de implantación (se implantó en 1919). El aumento de la productividad de esas horas laborales sólo ha aumentado para la patronal. Algunas organizaciones gremiales a nivel mundial plantean la posibilidad de reducir las horas de trabajo – sin que eso afecte obviamente la pauta salarial – como una forma de «compartir los beneficios» que las nuevas tecnologías como la robotización o la inteligencia artificial están generando en todos los sectores económicos a nivel mundial.
Es músico y escritor. Se me ha perdido una canción (2011), Mis canciones (2014) y Seré canción entonces… (2018) son sus tres discos. Ha publicado también la novela Una tumba sin nombre (2012) y el ensayo Renta Básica Universal: Por qué y cómo terminar para siempre con la pobreza. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidad Austral, Argentina), Master en Acción Política y Participación Ciudadana (Universidad del Rey Juan Carlos, España) y Diplomado en Gestión Pública (Instituto Tecnológico de Monterrey, México). Es fundador, director y editor de la Revista Algoritmo.
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